HERÓDOTO DE HALICARNASO (c. 484-425 a. de C.).
Historiador griego, considerado el padre de la Historia, recopiló tradiciones orales y escritas junto a observaciones directas realizadas en sus múltiples viajes por el mundo entonces conocido. Su obra histórica se reunió en nueve libros. Heródoto se hizo eco de la leyenda de las hormigas extractoras de oro, tema que volverá a aparecer reiteradamente en los siguientes mil años.

  


Los nueve libros de la historia

Libro Tercero

CII

Otra nación de indios se halla fronteriza a la ciudad de Caspatiro y a la provincia Pactica, y situada hacia el Bóreas al Norte de los otros indios, la cual sigue un modo de vivir parecido al de los Bactrianos; y estos indios, los guerreros más valientes entre todos, son los que destinan a la conducción y extracción del oro citado. Hacia aquel punto no es más el país que un arenal despoblado, y en él se crían una especie de hormigas de tamaño poco menor que el de un perro y mayor que el de una zorra, de las cuales cazadas y cogidas allí se ven algunas en el palacio del rey de Persia. Al hacer estos animales su hormiguero o morada subterránea, van sacando la arena a la superficie de la tierra, como lo hacen en Grecia nuestras hormigas, a las que se parecen del todo en la figura. La arena que sacan es oro puro molido, y por ella van al desierto los indios señalados, del modo siguiente: Unce cada uno a su carro tres camellos: los dos atados con sogas a los dos extremos de las varas son machos, el que va en medio es hembra. El indio montado sobre ella procura que sea madre y recién parida y arrancada con violencia de sus tiernas crías, lo que no es extraño, pues estas hembras son allí nada inferiores en ligereza a los caballos y al mismo tiempo de robustez mucho mayor para la carga.


CIII

No diré aquí cuál sea la figura del camello por ser bien conocida entre los Griegos; diré, sí, una particularidad que no es tan sabida; a saber, que el camello tiene en las piernas de detrás cuatro muslos y cuatro rodillas, y que sus partes naturales miran por entre las piernas hacia su cola.


CIV

Uncidos de este modo al carro los camellos, salen los indios auríferos a recoger el oro, pero siempre con la mira de llegar al lugar del pillaje en el mayor punto de los ardores del sol, tiempo en que se sabe que las hormigas se defienden del excesivo calor escondidas en sus hormigueros. Es de notar que los momentos en que el sol pica más y se deja sentir más ardiente, no es a medio día como en otros climas, sino por la mañana, empezando muy temprano, y subiendo de punto hasta las diez del día, hora en que es mucho mayor el calor que se siente en la India que no en Grecia al medio día, y por eso la llaman los indios hora del baño. Pero al llegar al medio día, el calor que se siente entre los indios es el mismo que suele sentirse en otros países. Por la tarde, cuando empieza el sol a declinar, calienta allí del mismo modo que en otras partes después de recién salido; mas después se va templando de tal manera y refrescando el día, que al ponerse el sol se siente ya mucho frío.


CV

Apenas llegan los indios al lugar de la presa, muy provistos de costales, los van llenando con la mayor diligencia posible, y luego tornan la vuelta por el mismo camino, en lo cual se dan tanta prisa, porque las hormigas, según dicen ellos, los rastrean por el olor, y luego que lo perciben salen a perseguirlos, y siendo, como aseguran, de ligereza tal a que no llega animal alguno, si los indios no cogieran la delantera mientras ellas se van reuniendo, ni uno solo de los colectores de oro escapara con vida. En la huida los camellos machos, siendo menos ágiles, se cansan antes que las hembras, y los van soltando de la cuerda, primero uno y después otro, haciéndolos seguir detrás del carro, al paso que las hembras que tiran en las varas con la memoria y deseo de sus crías nada van alojando de su corrida. Esta, en suma, según nos lo cuentan los Persas, es la manera con que recogen los indios tanta abundancia de oro, sin faltarles con todo otro oro, bien que en menor copia, sacado de las minas del país.


CVI

Advierto que a los puntos extremos de la tierra habitada les han cabido en suerte las cosas más bellas y preciosas, así como a la Grecia ha tocado la fortuna de lograr para sí las estaciones más templadas en un cielo más dulce y apacible. Por la parte de Levante, la primera de las tierras habitadas es la India, como acabo de decir, y desde luego vemos allí que las bestias cuadrúpedas, como también las aves, son mucho mayores que en otras regiones, a excepción de los caballos, que en grandeza quedan muy atrás a los de Media llamados Niseos. En segundo lugar, vemos en la India infinita copia de oro, ya sacado de sus minas, ya revuelto por los ríos entre las arenas, ya robado, como dije, a las hormigas. Lo tercero, encuéntranse allí ciertos árboles agrestes que en vez de fruta llevan una especie de lana, que no sólo en belleza sino también en bondad aventaja a la de las ovejas, y sirve a los indios para tejer sus vestidos.