PLINIO SECUNDO EL VIEJO, CAYO (23-79). Naturalista, escritor y militar romano. La Historia Natural de Plinio –obra compuesta por 37 libros y en la que utilizó más de 400 fuentes griegas y romanas– tuvo una enorme influencia desde la antigüedad hasta el siglo XVIII. Cuando apareció la imprenta, fue una de las obras más reimpresas. Casi todo lo que escribieron los españoles hasta el siglo XVII (a excepción de los naturalistas de Indias) es un trasunto de los comentarios de Plinio, algunos fabulosos, otros buenas observaciones, en cualquier caso curiosísimos.

  


Historia Natural

[…] El elefante, cuando devora un camaleón que se confunde con el follaje, contrarresta este animal, que es venenoso para él, con el acebuche. Los osos, cuando han probado los frutos de la mandrágora lamen hormigas. El ciervo, con la hierba cinaris, contrarresta los efectos de las plantas venenosas de sus pastos. Las palomas torcaces, las grajillas, los mirlos, las perdices se purgan todos los años con la hoja del laurel; las palomas, las tórtolas y las gallinas con una hierba que se llama helxine; los patos, los gansos y otras aves acuáticas con la milenrama; las grullas y similares con el junco de los lagos. El cuervo, cuando ha matado al camaleón, que es nocivo hasta para su vencedor, anula su veneno con el laurel.

[…] El pulpo no puede ser arrancado de las rocas; este mismo animal, si se le acerca cunila, se aparta inmediatamente. Los múrices también se capturan con sustancias fétidas. Sobre las restantes especies de animales ¿quién podría dudar de que poseen sentido del olfato? Las serpientes huyen al olor del cuerno de ciervo, pero, sobre todo, al olor del estoraque. Las hormigas mueren por el olor del orégano, de la cal o del azufre. Los mosquitos buscan lo ácido, pero no se acercan a lo dulce.

[…] Los sátiros y las esfinges almacenan el alimento en el depósito de sus mandíbulas; luego, poco a poco, lo van sacando de allí con sus manos para masticarlo, y, lo que las hormigas tienen costumbre de hacer para un año, ellos para unos días o para unas horas.

[…] Hay falta de entendimiento entre los thoes y los leones, igual que entre los animales más pequeños y los más grandes. Las orugas se cuidan de los árboles que tienen hormigas. La araña se descuelga con su hilo sobre la cabeza de la serpiente tumbada a la sombra de su árbol y con tanta fuerza muerde su cabeza que, poniéndose a gritar y enredándose en un remolino, ni siquiera es capaz de romper el hilo que pende y, mucho menos, de huir. Y este enfrentamiento sólo acaba con la muerte.

[…] Quedan aún animales de una inmensa sutileza, pues algunos autores han llegado a afirmar que no respiran y que incluso carecen de sangres.

Son numerosos y de muchas clases y viven tanto en la tierra como en el aire. Unos tienen patas, como el julo, otros alas, como las abejas, otros ambas cosas, como las hormigas, algunos carecen de alas y de patas. Con razón se llaman todos «insectos», pues tienen unas incisiones unas veces en el cuello, otras en el tórax y el abdomen, que rodean y dividen en secciones su cuerpo, las cuales se mantienen unidas entre sí solamente por un fino canal. En algunos, en cambio, el surco de la incisión no da la vuelta por completo, sino que sólo existe en el abdomen o en la parte superior del cuerpo, y éste resulta flexible gracias a la disposición imbricada de las articulaciones. En ningún otro lugar puede apreciarse mejor la habilidad de la naturaleza.

[…] La mayoría de los insectos engendra un gusanillo. En el caso de las hormigas, es semejante a un huevo y lo engendran en primavera. También ellas comparten el trabajo, igual que las abejas, pero aquéllas producen el alimento, las hormigas en cambio sólo lo almacenan. Y si alguien compara las cargas con sus cuerpos, debe reconocer que ningún otro animal tiene más fuerza en proporción. Transportan la carga con las mandíbulas; si es muy grande la empujan hacia atrás con las patas posteriores, apoyándose en los hombros. También las hormigas tienen una organización estatal, memoria y previsión. Almacenan semillas después de roerlas, para que no germinen y salgan de nuevo de la tierra; las más grandes las trocean para poder meterlas, las que están húmedas de lluvia las sacan y las dejan secar. Trabajan también de noche si hay luna llena, pero con luna nueva paran. Y cuando se ponen a trabajar, ¡qué actividad, qué diligencia! Y dado que traen cosas de distintos lugares, ignorantes las unas de las otras, establecen ciertos días de mercado, para conocerse mutuamente. ¡Qué concurrencia de hormigas hay entonces! ¡Con qué interés parecen charlar e interrogarse con las que se encuentran! Vemos las piedras que hay en su camino desgastadas y senderos abiertos por su trabajo. Que nadie dude, pues, del poder que en cualquier asunto tiene la constancia por pequeña que sea. Son los únicos seres vivos, aparte del hombre, que entierran a sus muertos. En Sicilia no hay hormigas con alas.

Los cuernos de una hormiga de la India, expuestos en el templo de Hércules en Eritrea, causaron la admiración general. Estas hormigas sacan el oro de la tierra excavando en una región de la India septentrional que se llama Darda. Son del color de los gatos y del tamaño de los lobos de Egipto. El oro que ellas extraen en tiempo de invierno lo saquean los indios durante el ardiente estío, cuando las hormigas se esconden en sus madrigueras a causa del calor. No obstante, excitadas por el olor, acuden volando y muchas veces despedazan a los hombres, aunque éstos huyen en camellos muy veloces. ¡Tal velocidad y fiereza se añade a su amor por el oro!

[…] Los animales que tienen en la parte posterior aguijón, tienen también dientes y lengua, que en las abejas, además, es muy larga y en las cigarras sobresale; los que tienen un aguijón hueco en la boca carecen de lengua y dientes. Algunos insectos tienen lengua en el interior, como las hormigas; por lo demás, suele estar oculta, sobre todo en el elefante.

[…] Dicen que el número de lóbulos de los higadillos de los ratones concuerda con el curso de la luna en el mes, y que se encuentran tantos como días lunares hayan transcurrido, y que además crecen en invierno. Con frecuencia se encuentran entrañas dobles en los conejos de la Bética. Las hormigas no tocan uno de los dos lóbulos del hígado de las ranas rubetas a causa del veneno, según se cree. El hígado es la víscera que más resiste el paso del tiempo y puede durar cien años, como han demostrado algunos casos de asedio.

[…] El médico Icátidas ha asegurado que las cuartanas desaparecen con el coito, con tal que se practique al comienzo de la menstruación. Y hay acuerdo general en que, si se siente terror por el agua y la bebida después de la mordedura de un perro, simplemente poniendo debajo de la copa el borde de un vestido manchado con sangre menstrual se hace desaparecer el miedo, evidentemente al surtir efecto aquella simpatía de los griegos, puesto que hemos dicho que la rabia de los perros comienza al beber esta sangre. Con la ceniza de ésta está comprobado que se curan las úlceras de todos los animales de carga si se añade hollín y cera, pero que las manchas que deja en la ropa no se quitan a no ser con la orina de la misma mujer; que la ceniza por sí sola, mezclada con aceite de rosa, en linimento sobre la frente calma los dolores de cabeza de las mujeres; y que la energía más intensa del flujo se presenta cuando la virginidad se ha destruido por sí sola con los años. También hay acuerdo -en nada creería yo con más gusto que en esto- en que simplemente tocando las jambas de las puertas con esta sangre quedan sin efecto las artes de los magos, la especie más mentirosa, como se puede juzgar. Expondré la más pequeña de sus promesas: pongamos por caso que se mezclen los recortes de las uñas de pies y manos de una persona con cera, diciendo que se busca remedio para las fiebres tercianas, cuartanas o cotidianas; ellos mandan que antes de la salida del sol se fijen en una puerta ajena como remedio para estas enfermedades: ¡qué desfachatez si es falso, pero qué crimen si consiguen transferir la enfermedad! Los más inofensivos de ellos recomiendan arrojar los recortes de las uñas de todos los dedos a los hormigueros y, después de coger la primera hormiga que comience a arrastrarlos, atarla al cuello: así se hace desaparecer la enfermedad.

[…] Esto es lo que tenía que decir en favor de aquel senado y de aquellos seiscientos años que vivió el pueblo romano en contra de una profesión [la medicina] en la cual sucede que, en situación de peligro, la gente honrada confiere autoridad a la de peor calaña, y también en contra de la estúpida creencia de algunos que piensan que sólo son eficaces los remedios caros. Pues estoy seguro de que a algunos les molestarán los animales que se van a mencionar. ¿Pero no pudo Virgilio nombrar sin necesidad alguna las hormigas, y los gorgojos y las «colmenas repletas de cucarachas fugitivas de la luz»? ¿No tuvo ocasión Homero de describir en medio de los combates de los dioses la importunidad de una mosca? ¿No ha creado la naturaleza también estos seres, igual que creó al hombre? Así pues, que cada cual juzgue las causas y los efectos, no las cosas en sí.

[…] El falangio es desconocido en Italia, y tiene muchas variedades: hay uno parecido a una hormiga, pero mucho más grande, con la cabeza roja y el resto del cuerpo negro, con manchas blancas. Su picadura es más dolorosa que la de la avispa. Vive sobre todo cerca de los hornos y los molinos. El remedio consiste en mostrar al herido otro ejemplar de la misma especie, para lo cual se conservan algunos muertos. Suele encontrarse su muda vacía, que machacada y bebida tiene propiedades medicinales; otro remedio son los cachorros de comadreja, mencionados más arriba.

[…] El myrmecion, con una cabeza parecida a la de la hormiga y el vientre negro salpicado de blanco, causa un dolor semejante al de la avispa. Los tetragnathii presentan dos variedades: el peor tiene dos líneas blancas cruzadas en medio de la cabeza; éste provoca la inflamación de la boca. En cambio, el de color ceniza, blanquecino en su parte posterior, es más torpe. Pero la menos dañina es una araña del mismo color que extiende por doquier en las paredes sus telas para las moscas.

Contra la mordedura de todas estas arañas sirve de antídoto un cerebro de gallo bebido en agua y vinagre con una pizca de pimienta, o también cinco hormigas en la bebida, o ceniza de estiércol de oveja untada con vinagre, o las propias arañas de cualquier clase, descompuestas en aceite.

[…] Otros muchos remedios se obtienen de las lombrices, por lo cual se conservan en miel.

El mochuelo es enemigo de las abejas, avispas y avispones y de las sanguijuelas; tampoco los que llevan consigo el pico de un «pico de Marte» son atacados por estos insectos.

Son rivales también unas langostas muy pequeñas, sin alas, que llaman attelebos. Hay también una especie venenosa de hormigas, casi inexistente en Italia. Cicerón las llama «solípugas», «salpugas» en la Bética; para éstas y para todas las hormigas en general es un antídoto el corazón de murciélago.

[…] Los oídos se limpian con hiel de oveja y miel; una instilación de leche de perra calma el dolor; contra la sordera, grasa de perro con ajenjo y aceite añejo, o también grasa de oca; algunos añaden jugo de cebolla y de ajo en la misma proporción. También se usan los huevos de hormiga, sin nada más, pues este animal tiene poder curativo, y es sabido que los osos enfermos se curan con este alimento.

[…] La muda de las serpientes quemada en una teja ardiendo se instila mezclada con aceite de rosas, y resulta eficaz contra todo tipo de dolencia de los oídos, pero en especial contra la fetidez; y si tienen pus, con vinagre o mejor con hiel de cabra, de buey o de tortuga marina (dicha pelleja no sirve si tiene más de un año, ni tampoco si se ha mojado con la lluvia, en opinión de algunos); se usa también humor de araña con aceite de rosas o solo en un trozo de lana o con azafrán, y un grillo sacado de su agujero con algo de tierra y aplicado como linimento. Nigidio atribuye un gran poder a este animal, y mayor aún los magos, por el hecho de que camina hacia atrás, horada la tierra y estridula por las noches. Lo cazan valiéndose de una hormiga atada a un pelo que se le echa en la grillera, después de haber soplado el polvo para que no se esconda; así, enganchado a la hormiga, se le saca fuera.

[…] La grasa de oca o de gallina protege el cutis. Sobre los líquenes se frota un linimento de excrementos de ratón en vinagre y ceniza de erizo en aceite; en este tratamiento se prescribe la aplicación previa sobre la cara de fomentos de nitro en vinagre. Elimina también las afecciones de la cara la ceniza de caracol -que grandes o pequeños se encuentran por todas partes- mezclada con miel. En realidad, la ceniza de cualquier tipo de caracol tiene propiedades astringentes y quema, gracias a sus virtudes detersivas, y, por esa razón, se añade a los productos cauterizantes y se frota como linimento en las zonas afectadas por la sarna, la descamación o el lentigo. También he encontrado que las llamadas «hormigas de Hércules», trituradas con un poco de sal, curan estas afecciones.

[…] El hígado de la rana dicen que es doble y que hay que ofrecérselo a las hormigas; la parte que atacan con preferencia sirve de antídoto contra todos los venenos. Hay ranas que viven únicamente en las zarzas, de ahí el nombre de rubetae como las hemos llamado; a éstas los griegos las llaman phrinoi; son las ranas de mayor tamaño, con una especie de cuernos y llenas de veneno. Los autores compiten en contar cosas asombrosas sobre ellas: que cuando se las introduce en una multitud se produce un silencio; que con un huesecillo que tienen en el costado derecho, metido en agua hirviendo, se enfría el recipiente, y no se le puede hacer hervir de nuevo a no ser que se saque el hueso; éste se obtiene dejando la rana a las hormigas, al devorar éstas la carne, y se pone en aceite de uno en uno; que en el lado izquierdo hay otro hueso que, si se arroja al agua, al parecer la hace hervir, y que se llama apocynon; con él se rechaza el ataque de los perros; que hace surgir el amor y las disputas si se pone en una bebida; colgado del cuello estimula el impulso sexual y, por el contrario, con el hueso del lado derecho se enfría lo que está hirviendo; éste cura también las cuartanas y otras fiebres envuelto en una piel de cordero reciente y colgado del cuello, e inhibe el impulso sexual.