Mutis en el Cerro del Sapo


Corre el año 1760. Un joven médico de 28 años, cuyo prestigio ascendente le ha situado en la Corte de Madrid, toma una decisión que cambiará su vida para siempre. Acaban de nombrar Virrey para el Nuevo Reyno de Granada (la actual Colombia) y necesitan un médico que lo acompañe. Mutis –José Celestino Bruno Mutis y Bossio– acepta. Enseguida toma ruta hacia Cádiz, se despide allí, fugazmente, de algunos de sus familiares, y embarca rumbo a Cartagena de Indias. Navega al abrigo de un ansiado proyecto personal en el Nuevo Mundo, un sueño al que dedicará todos sus esfuerzos y afanes: preparar una Historia Natural de América.

José Celestino Mutis
(Real Academia de Medicina, Madrid)


Van pasando los años y Mutis fracasa en su intento de convencer a la Corona de España para que financie una Real expedición Botánica. En 1772, año en el que descubre el árbol de la Quina en el monte de Tena, se hace sacerdote. En 1777, con el objetivo de hacer fortuna y ganar independencia para dedicarse a sus investigaciones naturalistas, inicia una empresa metalúrgica instalándose en el Real de minas de Nuestra Señora del Rosario, en el Cerro del Sapo, distrito de Ibagué.

Vista aérea del Cerro del Sapo
(Cortesía de Jhony Carvajal Fernández)

 

En aquel paraje montañoso, anotará en su Diario: “Es necesario vivir retirado de los hombres para aprender los secretos de la naturaleza”. En las oficinas de la mina ha colocado su bagaje de 200 libros, el microscopio, el barómetro, los instrumentos de observación astronómica, los termómetros y las balanzas. Allí, en el Cerro del Sapo, que el renombrará en sus manuscritos como Cerro de las Hormigas, retomará con más intensidad que nunca sus estudios de campo sobre estos ubicuos insectos sociales. Sin conocer la obra del inglés Gould (An Account of English ants, 1747) ni la entonces inédita del francés Réaumur (Historia Natural de las Hormigas, c. 1743) se convertirá en cofundador de la Mirmecología en el siglo XVIII. Centrará especialmente su investigación en las hormigas cortadoras de hojas del género Atta y en las hormigas legionarias del género Eciton.

Columna de Eciton hamatum
(Cortesía de Christian Ziegler)


Fruto de sus observaciones será una obra singularísima y primera sobre las hormigas americanas, obra que ha permanecido en el olvido durante 200 años. En los próximos meses verá la luz un libro sobre Mutis del profesor Edward O. Wilson y del compañero vuestro que esto escribe. Ha sido una suerte y un privilegio poder contar con este gran naturalista norteamericano. Mutis se lo merecía.

Hace poco, cuando hice una primera corrección del manuscrito del libro que me remitió Wilson, le hice saber la bella descripción del Cerro del Sapo que acababa de descubrir en un número de los Annals of Botany de 1805, tres años antes de la muerte de Mutis. La descripción se debía a su discípulo Fermín de Vargas:

El lugar escogido por Mutis para su residencia habitual es verdaderamente romántico. Desde su casa, situada en una ladera, se divisan los paisajes fascinantes del extenso valle, en el cual el río Luisa serpentea sinuoso. Los palmares y el escenario rural, en el valle rodeado por una cadena de colinas que se alzan una tras otra hasta perderse en las nubes, brindan un espectáculo tan placentero como majestuoso.

Han transcurrido dos siglos desde entonces, pero la relación de Vargas sigue siendo un magnífico reflejo del estado actual del Cerro del Sapo. En la siguiente imagen, que aparecerá en el libro, pueden apreciarse las ruinas de la oficina minera donde vivió Mutis, con las palmeras y las colinas al fondo. En este lugar recóndito y hermoso transcurrieron los seis años más felices de la vida de nuestro sabio gaditano.

Cerro del Sapo con la casa donde vivió Mutis
(Cortesía de Jhony Carvajal Fernández)