BHME

BIBLIOTECA HISTÓRICA DE MIRMECOLOGÍA EN ESPAÑOL Hormigas recolectoras en fila acarreando granos a dos depósitos. (Bestiario de Aberdeen, circa 1200) Selección y comentarios: Jose María Gómez Durán Diseño y composición: Victoria Zuleta Marzal y Xavier Roig PRINCIPAL CLASICOS EDAD MEDIA SIGLOS XV AL XVIII NATURALISTAS DE INDIAS SIGLO XIX SIGLO XX Introducción   Observe el lector la […]

BIBLIOTECA HISTÓRICA DE MIRMECOLOGÍA EN ESPAÑOL
Hormigas recolectoras en fila acarreando granos a dos depósitos. (Bestiario de Aberdeen, circa 1200)
Selección y comentarios: Jose María Gómez Durán Diseño y composición: Victoria Zuleta Marzal y Xavier Roig
Introducción

 

Observe el lector la ilustración que encabeza esta Biblioteca Histórica. Corre el año 1200 de nuestra era. El artista encargado de iluminar el que vendrá en llamarse Bestiario de Aberdeen, dibuja dos filas de hormigas acarreando granos que van introduciendo en dos depósitos. La representación es meridiana: estos minúsculos seres sociales están dotados de organización y previsión. 2000 años antes, la tradición bíblica lo había contado. Pero habrán de pasar seis centurias, ya avanzado el siglo XIX, para que la ciencia oficial reconozca la realidad de las hormigas recolectoras. Tales son los vaivenes de la historia, tal es el decurso de la percepción humana de las cosas.

En mayo de 2005 inicié en el Foro de Lamarabunta.org una compilación de textos con el título general de “Proyecto de Biblioteca Histórica de Mirmecología en Español”. Se trata de un conjunto de archivos que pueden descargarse individualmente, y que seguirá vigente y actualizado en su actual localización. La versión que hoy presentamos en la AIM pretende dotar a este proyecto de un formato más unitario, con breves comentarios introductorios e ilustraciones.

Se propone esta Biblioteca Histórica reunir una serie de textos donde se habla de las hormigas, en un recorrido desde la antigüedad hasta principios del siglo XX. Serán todos textos en español, lo que supone una primera limitación. España ha carecido de tradición mirmecológica, no ha habido traducciones, sus naturalistas peninsulares no se han interesado por las hormigas hasta finales del siglo XIX. Frente a este páramo, presentaremos las observaciones poco conocidas de los naturalistas de Indias. Sorprendentemente, acaso por quedar muchas de ellas manuscritas o por estar redactadas en lengua española, la bibliografía entomológica de los siglos XVI al XVIII desconoce en absoluto cuanto hicieron a este respecto los observadores españoles en América.

Con libertad, recogeremos una miscelánea de artículos, anécdotas, recensiones, leyendas y trabajos de ciencia. Prepararemos alguna traducción de textos singulares, mostraremos iconografías antiguas y transcribiremos algún manuscrito inédito.

Con el deseo de entretener, pero también de mostrar la variopinta y milenaria relación del hombre con las hormigas y su esfuerzo por conocerlas, intentaremos construir poco a poco esta Biblioteca Histórica de Mirmecología en Español (BHME). Vamos a intentarlo.

José María Gómez Durán
Marzo de 2007

Clásicos

 

Haciendo honor al adjetivo, los clásicos van a ser imitados y leídos durante siglos, creando cultura. De su mano, las hormigas van a ir formando parte del imaginario colectivo, unas veces mediante observaciones rigurosas, otras a través de leyendas y fabulaciones. Ante el asombro de su organización, las hormigas serán tomadas como ejemplo del hombre, como modelo de previsión, dotadas de inteligencia e incluso de facultades extraordinarias. Nacerá entonces la discusión sobre el alma de los brutos —una indagación sobre la naturaleza psíquica de los animales en comparación con la humana— que llegará hasta el siglo XVIII. Poetas, historiadores, naturalistas y filósofos, fundarán las primeras referencias mirmecológicas. El camino hacia la ciencia metódica será aún muy largo.

 

SALOMÓN (siglo X a. de C.).
Vade ad formicam o piger et considera vias eius et disce sapientiam: “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio”. Así comienza uno de los párrafos más citados de la vieja historia de la relación entre los hombres y las hormigas. Durante más de 2500 años será referencia ineludible en los clásicos y durante toda la Edad Media, y llegará aún a mencionarse en pleno siglo XVIII en una de las obras fundadoras de la mirmecología, la Historia Natural de las Hormigas del sabio naturalista francés Réaumur. Salomón fue el último rey de Israel, al que la tradición israelita atribuyó el Libro de Los Proverbios y otros textos sapienciales compilados en torno al siglo V a. C.

Libro de los proverbios
Cap. VI, 6-8
Ve a la hormiga, oh perezoso,
Mira sus caminos, y sé sabio;
La cual no teniendo capitán,
Ni gobernador, ni señor,
Prepara en el verano su comida,
Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.
Cap. XXX, 25
Las hormigas, pueblo no fuerte,
Y en el verano preparan su comida.

ESOPO (s. VI a. C).
Fabulista griego, al que la leyenda atribuye haber nacido en Frigia, haber sido esclavo manumitido del filósofo Janto, y ser jorobado, tartamudo y muy feo. Sus breves narraciones de carácter didáctico y moralizante, con los animales como protagonistas, se transmitieron oralmente y fueron recogidas y reelaboradas por numerosos autores, así el latino Fedro en el siglo I, el francés La Fontaine en el siglo XVII y el español Félix María de Samaniego en el siglo XVIII. Sorprendetemente, se conoce una fábula sobre hormigas muy parecida a las de Esopo y que pertenece a la tradición maorí de Nueva Zelanda. La incluimos según ha sido descrita por el etnólogo Eldson Best (Maori Forest Lore, Transactions and Proceedings of the Royal Society of New Zealand 41, 1908. Trad. de J. M. Gómez Durán).

Fábulas
La paloma y la hormiga

Obligada por la sed, una hormiga bajó a un manatial, y arrastrada por la corriente, estaba a punto de ahogarse.

Viéndola en esta emergencia una paloma, desprendió de un árbol una ramita y la arrojó a la corriente, montó encima a la hormiga salvándola.

Mientras tanto un cazador de pájaros se adelantó con su arma preparada para cazar a la paloma. Le vió la hormiga y le picó en el talón, haciendo soltar al cazador su arma. Aprovechó el momento la paloma para alzar el vuelo.

Siempre corresponde en la mejor forma a los favores que recibas. Debemos ser siempre agradecidos.

Fábulas de Esopo, edición de Heinrich Steinhöwel, 1501
La hormiga

Dice una leyenda que la hormiga actual era en otros tiempos un hombre que, consagrado a los trabajos de la agricultura, no se contentaba con el producto de su propio esfuerzo, sino que miraba con envidia el producto ajeno y robaba los frutos a sus vecinos.

Indignado Zeus por la avaricia de este hombre, le transformó en hormiga.

Pero aunque cambió de forma, no le cambió el carácter, pues aún hoy día recorre los campos, recoge el trigo y la cebada ajenas y los guarda para su uso.

Aunque a los malvados se les castigue severamente, difícilmente cambian su naturaleza desviada.

Fábulas de Esopo, edición de Heinrich Steinhöwel, 1501
La hormiga y el escarabajo

Llegado el verano, una hormiga que rondaba por el campo recogía los granos de trigo y cebada, guardándolos para alimentarse durante el invierno. La vio un escarabajo y se asombró de verla tan ocupada en una época en que todos los animales, descuidando sus trabajos, se abandonan a la buena vida. Nada respondió la hormiga por el momento; pero más tarde, cuando llegó el invierno y la lluvia deshacía las boñigas, el escarabajo hambriento fue a pedirle a la hormiga una limosna de comida. Entonces sí respondió la hormiga:

-Mira escarabajo, si hubieras trabajado en la época en que yo lo hacía y tú te burlabas de mí, ahora no te faltaría el alimento.

Cuando te queden excedentes de lo que recibes con tu trabajo, guarda una porción para cuando vengan los tiempos de escasez.

Fábulas de Esopo, edición de Heinrich Steinhöwel, 1501
El hombre y la hormiga

Se fue a pique un día un navío con todo y sus pasajeros, y un hombre, testigo del naufragio, decía que no eran correctas las decisiones de los dioses, puesto que, por castigar a un solo impío, habían condenado también a muchos otros inocentes.

Mientras seguía su discurso, sentado en un sitio plagado de hormigas, una de ellas lo mordió, y entonces, para vengarse, las aplastó a todas.

Se le apareció al momento Hermes, y golpeándole con su caduceo, le dijo:

-Aceptarás ahora que nosotros juzgamos a los hombres del mismo modo que tu juzgas a las hormigas.

Antes de juzgar el actuar ajeno, juzga primero el tuyo.

Fábula maorí

La pokorua (hormiga) dijo a la kihikihi (cigarra): ‘Seamos diligentes y recolectemos comida durante el verano, para que podamos seguir viviendo cuando llegue el invierno’. ‘No’, advirtió la cigarra; ‘mejor subamos a los árboles y gocemos del sol sobre la cálida corteza’. Aún así, la hormiga trabajó y recolectó y almacenó comida para el invierno. La cigarra dijo: ‘Este es un verdadero placer, tomar el cálido sol y disfrutar de la vida. ¡Qué necia es la hormiga que se afana abajo!’ Pero cuando vino el invierno y se fue el calor del sol, mirad como la cigarra pereció de frío y hambre, ¡mientras la hormiga está abrigada en su cálida casa subterránea con abundante comida!

HERÓDOTO DE HALICARNASO (c. 484-425 a. de C.).
Historiador griego, considerado el padre de la Historia, recopiló tradiciones orales y escritas junto a observaciones directas realizadas en sus múltiples viajes por el mundo entonces conocido. Su obra histórica se reunió en nueve libros. Heródoto se hizo eco de la leyenda de las hormigas extractoras de oro, tema que volverá a aparecer reiteradamente en los siguientes mil años.

Los nueve libros de la historia
Libro Tercero
CII

Otra nación de indios se halla fronteriza a la ciudad de Caspatiro y a la provincia Pactica, y situada hacia el Bóreas al Norte de los otros indios, la cual sigue un modo de vivir parecido al de los Bactrianos; y estos indios, los guerreros más valientes entre todos, son los que destinan a la conducción y extracción del oro citado. Hacia aquel punto no es más el país que un arenal despoblado, y en él se crían una especie de hormigas de tamaño poco menor que el de un perro y mayor que el de una zorra, de las cuales cazadas y cogidas allí se ven algunas en el palacio del rey de Persia. Al hacer estos animales su hormiguero o morada subterránea, van sacando la arena a la superficie de la tierra, como lo hacen en Grecia nuestras hormigas, a las que se parecen del todo en la figura. La arena que sacan es oro puro molido, y por ella van al desierto los indios señalados, del modo siguiente: Unce cada uno a su carro tres camellos: los dos atados con sogas a los dos extremos de las varas son machos, el que va en medio es hembra. El indio montado sobre ella procura que sea madre y recién parida y arrancada con violencia de sus tiernas crías, lo que no es extraño, pues estas hembras son allí nada inferiores en ligereza a los caballos y al mismo tiempo de robustez mucho mayor para la carga.

CIII

No diré aquí cuál sea la figura del camello por ser bien conocida entre los Griegos; diré, sí, una particularidad que no es tan sabida; a saber, que el camello tiene en las piernas de detrás cuatro muslos y cuatro rodillas, y que sus partes naturales miran por entre las piernas hacia su cola.

CIV

Uncidos de este modo al carro los camellos, salen los indios auríferos a recoger el oro, pero siempre con la mira de llegar al lugar del pillaje en el mayor punto de los ardores del sol, tiempo en que se sabe que las hormigas se defienden del excesivo calor escondidas en sus hormigueros. Es de notar que los momentos en que el sol pica más y se deja sentir más ardiente, no es a medio día como en otros climas, sino por la mañana, empezando muy temprano, y subiendo de punto hasta las diez del día, hora en que es mucho mayor el calor que se siente en la India que no en Grecia al medio día, y por eso la llaman los indios hora del baño. Pero al llegar al medio día, el calor que se siente entre los indios es el mismo que suele sentirse en otros países. Por la tarde, cuando empieza el sol a declinar, calienta allí del mismo modo que en otras partes después de recién salido; mas después se va templando de tal manera y refrescando el día, que al ponerse el sol se siente ya mucho frío.

CV

Apenas llegan los indios al lugar de la presa, muy provistos de costales, los van llenando con la mayor diligencia posible, y luego tornan la vuelta por el mismo camino, en lo cual se dan tanta prisa, porque las hormigas, según dicen ellos, los rastrean por el olor, y luego que lo perciben salen a perseguirlos, y siendo, como aseguran, de ligereza tal a que no llega animal alguno, si los indios no cogieran la delantera mientras ellas se van reuniendo, ni uno solo de los colectores de oro escapara con vida. En la huida los camellos machos, siendo menos ágiles, se cansan antes que las hembras, y los van soltando de la cuerda, primero uno y después otro, haciéndolos seguir detrás del carro, al paso que las hembras que tiran en las varas con la memoria y deseo de sus crías nada van alojando de su corrida. Esta, en suma, según nos lo cuentan los Persas, es la manera con que recogen los indios tanta abundancia de oro, sin faltarles con todo otro oro, bien que en menor copia, sacado de las minas del país.

CVI

Advierto que a los puntos extremos de la tierra habitada les han cabido en suerte las cosas más bellas y preciosas, así como a la Grecia ha tocado la fortuna de lograr para sí las estaciones más templadas en un cielo más dulce y apacible. Por la parte de Levante, la primera de las tierras habitadas es la India, como acabo de decir, y desde luego vemos allí que las bestias cuadrúpedas, como también las aves, son mucho mayores que en otras regiones, a excepción de los caballos, que en grandeza quedan muy atrás a los de Media llamados Niseos. En segundo lugar, vemos en la India infinita copia de oro, ya sacado de sus minas, ya revuelto por los ríos entre las arenas, ya robado, como dije, a las hormigas. Lo tercero, encuéntranse allí ciertos árboles agrestes que en vez de fruta llevan una especie de lana, que no sólo en belleza sino también en bondad aventaja a la de las ovejas, y sirve a los indios para tejer sus vestidos.

 

ARISTÓTELES (384-322 a. de C.).
Filósofo griego de influencia decisiva en la cultura occidental, su obra abarca desde la metafísica a la lógica, pasando por la ética y la política, e interesándose vivamente en las ciencias naturales. Los trabajos biológicos de Aristóteles suponen un tercio de toda su producción, considerándose su Historia de los Animales como uno de sus libros maestros, en el que llega a citar cerca de 500 especies, y donde aúna observación personal con recopilaciones de numerosas fuentes, para lo que contó con muchos colaboradores. Los estudios zoológicos de Aristóteles se insertan de lleno en su filosofía, y en todo momento son sometidos a reflexión, alcanzando un nivel de sistematización desconocido hasta entonces. En los siguientes seis libros menciona a las hormigas:

Historia de los animales
Vida solitaria o en grupo

Por otro lado, hay montones de animales capacitados para andar y para nadar.

Otras diferencias relativas al modo de vivir y de comportarse son las siguientes. En efecto, entre los animales unos viven en grupo y otros solos, y éstos tanto los que andan en tierra como los voladores y los nadadores, y otros de ambas formas. Y entre los animales que viven en grupo y entre los que viven solos, unos constituyen una comunidad y otros andan por libre. Pues bien, viven en grupo, por ejemplo, entre los voladores el género de las palomas, la grulla y el cisne (en cambio, ninguna rapaz vive en grupo), y, entre los nadadores, numerosos géneros de peces, como, por ejemplo, los llamados migradores, atunes, pelámides y el bonito. En cambio, el hombre vive de ambas formas.

Constituyen una comunidad aquellos animales que actúan todos a una y mancomunadamente, lo que no hacen todos los animales que viven en grupo. Cumplen ese requisito el hombre, la abeja, la avispa, la hormiga, la grulla. Entre éstos, unos están supeditados a un jefe y otros no: por ejemplo, están supeditados a un jefe la grulla y el género de las abejas, y no supeditados a él las hormigas e infinidad de otros animales.

Entre los animales que viven en grupo y entre los que andan solos, unos son sedentarios y otros cambian de lugar.

Modos de vida

Unos son carnívoros, otros granívoros, otros omnívoros y otros, por último, tienen su propia alimentación, como es el caso del género de las abejas y del de las arañas. Las primeras, en efecto, utilizan como alimento la miel y algunas otras pocas sustancias dulces, y las arañas viven de la caza de las moscas. Otros animales se alimentan de peces. Y unos cazadores y otros acumuladores de comida, pero otros no se comportan así.

Unos se procuran cobijo y otros viven sin él. Viven bajo cobijo, por ejemplo, el topo, el ratón, la hormiga, la abeja, y sin cobijo montones de insectos y de cuadrúpedos […].

Los sentidos en los no sanguinos

Así, pues, que los animales citados tienen todos los sentidos, es claro. Los restantes géneros de los animales están divididos en cuatro géneros, que comprenden la totalidad de los animales restantes: los moluscos, los crustáceos, los testáceos y, por último, los insectos.

De éstos, los moluscos, los crustáceos y los insectos tienen todos los sentidos. En efecto, tienen vista, olfato y gusto. Y, en este sentido, los insectos captan la totalidad de las sensaciones, aunque se encuentren lejos, tanto los alados como los desprovistos de alas, como, por ejemplo, las abejas y las pequeñas hormigas el olor a la miel. Y muchos animales perecen por el olor a azufre. Y, abundando en la misma idea de que estos animales huelen, diremos que las hormigas abandonan los hormigueros a causa del orégano y azufre espolvoreados en derredor de ellos, y, si un cuerno de ciervo humea, huyen la inmensa mayoría de los citados insectos, pero cuando más huyen es cuando humea el incienso […].

Época del apareamiento de las otras aves, de los insectos y de las bestias salvajes

[…] Los insectos se aparean y nacen también en el invierno, siempre que haga buen tiempo y soplen vientos templados del sur, y son todos aquellos que no se guardan en agujeros durante el invierno, como, por ejemplo, moscas y hormigas […].

Reproducción de las hormigas

Las hormigas se aparean y engendran pequeñas larvas, que se forman sin estar adheridas a nada. Estas, tras un proceso de crecimiento, pasan, de ser pequeñas y redondas al principio, a hacerse grandes y a formar miembros perfectamente articulados. El nacimiento de estos insectos se produce en la primavera […].

Diferencias de los animales según los lugares

…En ítaca las liebres, si se las introduce y se las suelta, no pueden vivir, sino que aparecen muertas a la orilla del mar, vueltas hacia el punto concreto por donde hayan sido introducidas. Y en Sicilia no hay hormigas jinetes, y en Cirene hay ahora pero no había antes ranas que croaran. En toda áfrica no hay ni jabalí ni ciervo ni cabra montés […].

Inteligencia de los insectos

Las hormigas, las abejas, y luego también los avispones, las avispas y, por decirlo así, todas las especies congéneres de las citadas, son las más laboriosas y casi capaces de parangonarse en esta virtud con todas las demás especies. A su vez, entre las arañas, las de más bella estampa y más flojas son también extremadamente habilidosas para conseguir el sustento. Pues bien, la laboriosidad de las hormigas a todo el mundo le es dado verla a las claras, y que todas ellas recorren continuamente el mismo sendero, y también el depósito de sus alimentos y su buena administración. Y es que trabajan incluso durante las noches de luna llena […].

Las costumbres de las abejas

[…] Pues bien, las hormigas no cazan a ningún ser vivo, sino que se limitan a recoger los productos elaborados por otros […].

Reproducción de los animales

Los no sanguíneos. Insectos

Entre los insectos, unos copulan, y su descendencia procede de animales de la misma naturaleza, como es el caso de los sanguíneos, por ejemplo los saltamontes, las cigarras, las arañas, las avispas y las hormigas. En cambio, otros copulan y engendran, pero no seres de la misma naturaleza que ellos sino sólo larvas; y estos insectos no nacen de animales sino de líquidos y sólidos en descomposición, por ejemplo las pulgas, las moscas y las cantáridas. Otros ni nacen de animales ni copulan, como mosquitos, cínifes y muchos del mismo género […].

Partes de los animales
Dificultades de la dicotomía

Además, será necesario dividir según la privación, y así realizan la división los que proceden por dicotomías. Pero no existe diferencia en la privación en cuanto privación. En efecto, es imposible que existan especies de lo que no es, por ejemplo, de la ausencia de patas o de alas, como existen por la presencia de alas o de patas. Por el contrario, es preciso que existan especies de la diferencia general, pues si no existieran ¿por qué habría diferencia general y no específica? Algunas diferencias son generales y conllevan especie, como el tener alas, aunque el ala unas veces es indivisa y otras dividida. Y el tener patas lo mismo, tanto la pata con varias divisiones, con dos divisiones (como los artiodáctilos) o no dividida y sin separación (como los perisodáctilos). Realmente es difícil separar, incluso en tales diferencias que suponen especies, de modo que cualquier animal esté incluido en ellas y no el mismo animal en muchas, por ejemplo, alado y no alado (de hecho, el mismo animal puede estar en ambas, como la hormiga, la luciérnaga y algunos otros), pero la división más difícil o imposible es la basada en los contrarios. Es necesario en este caso que cada diferencia se dé en una de las especies particulares, y consecuentemente igual la diferencia contraria […].

Errores a los que conduce la dicotomía

[…] También hay que dividir por contrarios, pues los contrarios son recíprocamente diferentes, como la blancura y la negrura, la rectitud y la curvatura. Si entonces uno es diferente del otro, hay que dividir según el contrario, y no uno según la natación, el otro según el color, ni por otro lado, al menos respecto a los seres animados, basándose en las funciones comunes del cuerpo y del alma, como en las Tablas ya citadas se divide en animales que marchan y animales que vuelan. Hay, en efecto, algunos géneros a quienes corresponden ambas características, y son alados y sin alas, como el género de las hormigas […].

La coagulación

Respecto a las llamadas fibras, un tipo de sangre las tiene, otros no, por ejemplo, la de los ciervos y corzos. Por eso no se coagula este tipo de sangre, pues la parte acuosa de la sangre es más fría y por ello no se coagula, mientras que la parte terrosa se coagula al evaporarse el líquido; las fibras son de tierra. Sucede que al menos algunos de tales animales tienen la inteligencia más sutil, no por la frialdad de su sangre, sino más bien por su ligereza y su pureza; lo terroso, de hecho, no tiene ninguna de estas características. Los animales que tienen los humores más ligeros y puros poseen una sensibilidad más viva. Por eso, también algunos animales no sanguíneos tienen el alma más inteligente que algunos sanguíneos, como se ha dicho anteriormente, por ejemplo, la abeja, el género de las hormigas y algún otro insecto semejante. Pero los animales que tienen la sangre demasiado acuosa son más miedosos, pues el miedo enfría […].

La lengua

[…] Algunos insectos tienen también este órgano en el interior de la boca, como el género de las hormigas, e igualmente muchos testáceos; otros lo tienen fuera, como un aguijón, de naturaleza esponjosa y cóncava, de modo que con él saborean y al tiempo absorben el alimento. Esto es evidente en las moscas, abejas y en todos los insectos semejantes, y también en algunos testáceos. En efecto, en las púrpuras este órgano tiene tal fuerza que perfora la concha de los moluscos, como los bígaros que les ponen como cebo. También los estros y los tábanos perforan tanto la piel de los hombres como la de los otros animales. En estos animales la tal lengua es de una naturaleza equivalente a la trompa de los elefantes, pues en éstos la trompa sirve como instrumento auxiliar, y en aquéllos la lengua sirve a modo de aguijón. En todos los demás animales la lengua es tal como hemos dicho […].

La boca y los dientes

[…] Igualmente también los insectos; algunos tienen una trompa que sale de la boca, por ejemplo, las abejas y las moscas, como se ha dicho ya antes; los que no tienen aguijón delantero, tienen este órgano en la boca, como las hormigas y alguna otra especie semejante. Por otro lado, unos tienen dientes, pero de forma particular, como las hormigas y las abejas; otros, los que consumen alimento líquido, no tienen. Realmente, muchos insectos tienen dientes no para la alimentación, sino para la defensa […].

El aguijón

Algunos insectos tienen también aguijón para su defensa de los atacantes. El aguijón está situado en algunos delante, en otros detrás; en los que lo tienen delante, en la lengua; en los que lo tienen detrás, en la cola. Al igual que en los elefantes el órgano sensitivo del olfato ha llegado a ser útil para el ataque y para uso de la nutrición, también en algunos insectos este órgano situado en la lengua: con él gustan, efectivamente, su alimento, lo cogen y lo acercan. Los que no tienen aguijón delantero, tienen dientes», unos para comer, otros para coger y acercarse el alimento, como las hormigas y todo el género de las abejas […].

Acerca del alma
Que se dedica al estudio de la imaginación señalándose cuidadosamente los rasgos diferenciales que la distinguen del resto de las actividades cognoscitivas

Que la imaginación no es un sentido se deduce con evidencia de los hechos siguientes. El sentido está en potencia o en acto —por ejemplo, vista y visión— mientras que una imagen puede presentarse sin que se dé ni lo uno ni lo otro, como ocurre en los sueños. Además, el sentido está siempre presente y disponible pero no la imaginación. Por otra parte, si fueran lo mismo en acto, la imaginación podría darse en todas las bestias; sin embargo, no parece que así sea en la hormiga, la abeja o el gusano. Más aún, las sensaciones son siempre verdaderas mientras que las imágenes son en su mayoría falsas. Amén de que cuando nuestra percepción del objeto sensible es exacta no solemos decir «me imagino que es un hombre»; antes bien, solemos decirlo cuando no percibimos con claridad. Es entonces cuando se dan las sensaciones verdaderas y falsas. Por último y como ya dijimos anteriormente, incluso con los ojos cerrados aparecen visiones […].

Del sentido y lo sensible

[…] Pero, es evidente que los animales que no respiran tienen percepción de un objeto oloroso; pues los peces y el género todo de los insectos, debido a la especie nutritiva del olor, tienen una percepción exacta, aun a distancia larga, de su propio alimento, aun estando muy lejos de él, como, ejemplo, hacen las abejas (para la miel), y la familia de las hormigas pequeñas, que algunos llaman “knipas” […].

Física
Naturaleza y finalidad. La causa final como forma

Además, en todo lo que hay un fin, cuanto se hace en las etapas sucesivamente anteriores se cumple en función de tal fin. Pues las cosas están hechas de la manera en que su naturaleza dispuso que fuesen hechas, y su naturaleza dispuso que fuesen hechas de la manera en que están hechas, si nada lo impide. Pero están hechas para algo. Luego han sido hechas por la naturaleza para ser tales como son. Por ejemplo, si una casa hubiese sido generada por la naturaleza, habría sido generada tal como lo está ahora por el arte. Y si las cosas por naturaleza fuesen generadas no sólo por la naturaleza sino también por el arte, serían generadas tales corno lo están ahora por la naturaleza. Así, cada una espera la otra. En general, en algunos casos el arte completa lo que la naturaleza no puede llevar a término, en otros imita a la naturaleza. Por lo tanto, si las cosas producidas por el arte están hechas con vistas a un fin, es evidente que también lo están las producidas por la naturaleza; pues lo anterior se encuentra referido a lo que es posterior tanto en las cosas artificiales como en las cosas naturales.

Esto se hace más evidente si consideramos a los otros animales, cuyas acciones no son ni por arte, ni por búsqueda, ni por deliberación. Así, en el caso de las arañas, las hormigas y otros animales semejantes algunos se preguntan si no actúan con inteligencia o algún otro poder cuando llevan a cabo lo que hacen. Y si avanzamos un poco más en esta dirección, vemos que también en las plantas hay partes que parecen haberse generado en función de un fin, como las hojas para proteger el fruto. Así pues, si es por un impulso natural y por un propósito por lo que la golondrina hace su nido y la araña su tela, que las plantas producen hojas para sus frutos y dirigen sus raíces hacia abajo para nutrirse y no hacia arriba, es evidente que este tipo de causa está operando en las cosas que son y llegan a ser por naturaleza. Y puesto que la naturaleza puede entenderse como materia y como forma, y puesto que esta última es el fin, mientras que todo lo demás está en función del fin, la forma tiene que ser causa como causa final.

PLAUTO, TITO MACCIO (c. 254-184 a. de C. ). Dramaturgo latino. Cuentan que tras una primera juventud de soldado, viajero y comerciante, se arruinó, ocupándose entonces en el oficio de molinero. Entre molienda y molienda comenzó a escribir sus comedias, que llegaron a alcanzar un éxito extraordinario y que le hicieron rico. Conviene destacar la difusión de estos clásicos, que alcanzó a las universidades renacentistas. La referencia de Plauto a las hormigas recolectoras de grano aparecerá una y otra vez en los escritores y pensadores grecolatinos, pero la existencia de dichas hormigas no será admitida por la mirmecología científica (surgida entre naturalistas de la Europa septentrional del siglo XVIII) hasta bien entrado el siglo XIX.

Trinummus. Acto II. IV.

Lesbonico— (saliendo de casa, a Estásimo). Hace menos de quince días que has recibido cuarenta minas de Calicles por la venta de nuestra casa ¿No es cierto, Estásimo?

Estásimo— Pensándolo bien, creo recordar que sí Io es.

Lesbonico— ¿Y qué ha sido de ese dinero?

Estásimo— Comido, bebido, evaporado en perfumes, derrochado en los baños. Se lo llevó el pescador, el panadero, se lo llevaron los carniceros, los cocineros, los verduleros, los perfumistas, los pajareros. El dinero se va de las manos rápidamente. El dinero, por Hércules, se dispersa y disipa más rápidamente que unas semillas de amapola arrojadas en un hormiguero […].

 

VIRGILIO MARÓN, PUBLIO (70-19 a. de C.).
Poeta romano. Virgilio dedicó doce años a componer la Eneida, considerada obra maestra de la literatura clásica latina y que habría de tener gran influencia. Bajo la protección de Cayo Mecenas, pudo entregarse con exclusividad al estudio y a la escritura.

Eneida, Libro IV

[…] Entonces fue el afán de los Troyanos: al momento, por toda la ribera arrastran hacia el mar las altas naves; embréanlas y a poco están flotando. Del bosque traen remos, largos troncos, éstos sin desbastar, ésos con hojas, tal es la prisa de la fuga; y vense de la ciudad en todas direcciones febriles acudir. Tal las hormigas, cuando, pensando en el invierno, asaltan un gran montón de trigo y en sus trojes lo quieren encovar. La negra fila por senda angosta avanza entre el herbaje en el llano, cargada con la presa. Unas a viva fuerza empujan granos que las abruman, otras de la marcha van cuidando y aguijan las morosas; la senda toda en el trabajo hierve. ¡Ay! a tal vista ¡qué sentiste, oh Dido y qué gemidos no exhaló tu pecho cuando desde el alcázar contemplabas el férvido afanar, y ante tus ojos playa y mar retumbaban con clamores! […].

HORACIO FLACO, QUINTO (65-8 a. de C.).
Poeta romano. Amigo de Cayo Mecenas y de Virgilio, Horacio –hijo de un esclavo liberto– consiguió la protección del emperador Cesar Augusto, lo que le permitió retirarse y dedicarse a la redacción de sus obras, muy estimadas en su época e imbuidas de filosofía epicúrea, cuyo estilo imitarían los renacentistas. Alude Horacio en este texto a la previsión de las hormigas recolectoras.

Sátira 1ª, Libro 1º

[…] Aquel que con el duro arado da vuelta a la pesada tierra, este fementido ventero, el soldado, y los mercaderes que temerarios surcan todos los mares, confiesan soportar estos trabajos con esta pretensión: la de recogerse, de viejos, después de allegadas sus provisiones, a un descanso libre de preocupaciones y cuidados: como la pequeña y laboriosa hormiga (que éste es el ejemplo que traen), que, ni ignorante ni imprevisora del porvenir, acarrea en su boca cuanto puede, y lo añade al montón que va levantando.—Pero ella, una vez que Acuario torna ceñudo al año en la vuelta de su recorrido, no vuelve a rastrear por parte alguna, y prudentemente echa mano de lo allegado anteriormente; mientras que a ti no son para apartarte del lucro ni el abrasador estío, ni el invierno, ni el mar, ni el hierro; y no hay cosa, que se te ponga delante, a trueque de que no haya algún otro más rico que tú […].

PLINIO SECUNDO EL VIEJO, CAYO (23-79). Naturalista, escritor y militar romano. La Historia Natural de Plinio –obra compuesta por 37 libros y en la que utilizó más de 400 fuentes griegas y romanas– tuvo una enorme influencia desde la antigüedad hasta el siglo XVIII. Cuando apareció la imprenta, fue una de las obras más reimpresas. Casi todo lo que escribieron los españoles hasta el siglo XVII (a excepción de los naturalistas de Indias) es un trasunto de los comentarios de Plinio, algunos fabulosos, otros buenas observaciones, en cualquier caso curiosísimos.

Historia Natural

[…] El elefante, cuando devora un camaleón que se confunde con el follaje, contrarresta este animal, que es venenoso para él, con el acebuche. Los osos, cuando han probado los frutos de la mandrágora lamen hormigas. El ciervo, con la hierba cinaris, contrarresta los efectos de las plantas venenosas de sus pastos. Las palomas torcaces, las grajillas, los mirlos, las perdices se purgan todos los años con la hoja del laurel; las palomas, las tórtolas y las gallinas con una hierba que se llama helxine; los patos, los gansos y otras aves acuáticas con la milenrama; las grullas y similares con el junco de los lagos. El cuervo, cuando ha matado al camaleón, que es nocivo hasta para su vencedor, anula su veneno con el laurel.

[…] El pulpo no puede ser arrancado de las rocas; este mismo animal, si se le acerca cunila, se aparta inmediatamente. Los múrices también se capturan con sustancias fétidas. Sobre las restantes especies de animales ¿quién podría dudar de que poseen sentido del olfato? Las serpientes huyen al olor del cuerno de ciervo, pero, sobre todo, al olor del estoraque. Las hormigas mueren por el olor del orégano, de la cal o del azufre. Los mosquitos buscan lo ácido, pero no se acercan a lo dulce.

[…] Los sátiros y las esfinges almacenan el alimento en el depósito de sus mandíbulas; luego, poco a poco, lo van sacando de allí con sus manos para masticarlo, y, lo que las hormigas tienen costumbre de hacer para un año, ellos para unos días o para unas horas.

[…] Hay falta de entendimiento entre los thoes y los leones, igual que entre los animales más pequeños y los más grandes. Las orugas se cuidan de los árboles que tienen hormigas. La araña se descuelga con su hilo sobre la cabeza de la serpiente tumbada a la sombra de su árbol y con tanta fuerza muerde su cabeza que, poniéndose a gritar y enredándose en un remolino, ni siquiera es capaz de romper el hilo que pende y, mucho menos, de huir. Y este enfrentamiento sólo acaba con la muerte.

[…] Quedan aún animales de una inmensa sutileza, pues algunos autores han llegado a afirmar que no respiran y que incluso carecen de sangres.

Son numerosos y de muchas clases y viven tanto en la tierra como en el aire. Unos tienen patas, como el julo, otros alas, como las abejas, otros ambas cosas, como las hormigas, algunos carecen de alas y de patas. Con razón se llaman todos «insectos», pues tienen unas incisiones unas veces en el cuello, otras en el tórax y el abdomen, que rodean y dividen en secciones su cuerpo, las cuales se mantienen unidas entre sí solamente por un fino canal. En algunos, en cambio, el surco de la incisión no da la vuelta por completo, sino que sólo existe en el abdomen o en la parte superior del cuerpo, y éste resulta flexible gracias a la disposición imbricada de las articulaciones. En ningún otro lugar puede apreciarse mejor la habilidad de la naturaleza.

[…] La mayoría de los insectos engendra un gusanillo. En el caso de las hormigas, es semejante a un huevo y lo engendran en primavera. También ellas comparten el trabajo, igual que las abejas, pero aquéllas producen el alimento, las hormigas en cambio sólo lo almacenan. Y si alguien compara las cargas con sus cuerpos, debe reconocer que ningún otro animal tiene más fuerza en proporción. Transportan la carga con las mandíbulas; si es muy grande la empujan hacia atrás con las patas posteriores, apoyándose en los hombros. También las hormigas tienen una organización estatal, memoria y previsión. Almacenan semillas después de roerlas, para que no germinen y salgan de nuevo de la tierra; las más grandes las trocean para poder meterlas, las que están húmedas de lluvia las sacan y las dejan secar. Trabajan también de noche si hay luna llena, pero con luna nueva paran. Y cuando se ponen a trabajar, ¡qué actividad, qué diligencia! Y dado que traen cosas de distintos lugares, ignorantes las unas de las otras, establecen ciertos días de mercado, para conocerse mutuamente. ¡Qué concurrencia de hormigas hay entonces! ¡Con qué interés parecen charlar e interrogarse con las que se encuentran! Vemos las piedras que hay en su camino desgastadas y senderos abiertos por su trabajo. Que nadie dude, pues, del poder que en cualquier asunto tiene la constancia por pequeña que sea. Son los únicos seres vivos, aparte del hombre, que entierran a sus muertos. En Sicilia no hay hormigas con alas.

Los cuernos de una hormiga de la India, expuestos en el templo de Hércules en Eritrea, causaron la admiración general. Estas hormigas sacan el oro de la tierra excavando en una región de la India septentrional que se llama Darda. Son del color de los gatos y del tamaño de los lobos de Egipto. El oro que ellas extraen en tiempo de invierno lo saquean los indios durante el ardiente estío, cuando las hormigas se esconden en sus madrigueras a causa del calor. No obstante, excitadas por el olor, acuden volando y muchas veces despedazan a los hombres, aunque éstos huyen en camellos muy veloces. ¡Tal velocidad y fiereza se añade a su amor por el oro!

[…] Los animales que tienen en la parte posterior aguijón, tienen también dientes y lengua, que en las abejas, además, es muy larga y en las cigarras sobresale; los que tienen un aguijón hueco en la boca carecen de lengua y dientes. Algunos insectos tienen lengua en el interior, como las hormigas; por lo demás, suele estar oculta, sobre todo en el elefante.

[…] Dicen que el número de lóbulos de los higadillos de los ratones concuerda con el curso de la luna en el mes, y que se encuentran tantos como días lunares hayan transcurrido, y que además crecen en invierno. Con frecuencia se encuentran entrañas dobles en los conejos de la Bética. Las hormigas no tocan uno de los dos lóbulos del hígado de las ranas rubetas a causa del veneno, según se cree. El hígado es la víscera que más resiste el paso del tiempo y puede durar cien años, como han demostrado algunos casos de asedio.

[…] El médico Icátidas ha asegurado que las cuartanas desaparecen con el coito, con tal que se practique al comienzo de la menstruación. Y hay acuerdo general en que, si se siente terror por el agua y la bebida después de la mordedura de un perro, simplemente poniendo debajo de la copa el borde de un vestido manchado con sangre menstrual se hace desaparecer el miedo, evidentemente al surtir efecto aquella simpatía de los griegos, puesto que hemos dicho que la rabia de los perros comienza al beber esta sangre. Con la ceniza de ésta está comprobado que se curan las úlceras de todos los animales de carga si se añade hollín y cera, pero que las manchas que deja en la ropa no se quitan a no ser con la orina de la misma mujer; que la ceniza por sí sola, mezclada con aceite de rosa, en linimento sobre la frente calma los dolores de cabeza de las mujeres; y que la energía más intensa del flujo se presenta cuando la virginidad se ha destruido por sí sola con los años. También hay acuerdo -en nada creería yo con más gusto que en esto- en que simplemente tocando las jambas de las puertas con esta sangre quedan sin efecto las artes de los magos, la especie más mentirosa, como se puede juzgar. Expondré la más pequeña de sus promesas: pongamos por caso que se mezclen los recortes de las uñas de pies y manos de una persona con cera, diciendo que se busca remedio para las fiebres tercianas, cuartanas o cotidianas; ellos mandan que antes de la salida del sol se fijen en una puerta ajena como remedio para estas enfermedades: ¡qué desfachatez si es falso, pero qué crimen si consiguen transferir la enfermedad! Los más inofensivos de ellos recomiendan arrojar los recortes de las uñas de todos los dedos a los hormigueros y, después de coger la primera hormiga que comience a arrastrarlos, atarla al cuello: así se hace desaparecer la enfermedad.

[…] Esto es lo que tenía que decir en favor de aquel senado y de aquellos seiscientos años que vivió el pueblo romano en contra de una profesión [la medicina] en la cual sucede que, en situación de peligro, la gente honrada confiere autoridad a la de peor calaña, y también en contra de la estúpida creencia de algunos que piensan que sólo son eficaces los remedios caros. Pues estoy seguro de que a algunos les molestarán los animales que se van a mencionar. ¿Pero no pudo Virgilio nombrar sin necesidad alguna las hormigas, y los gorgojos y las «colmenas repletas de cucarachas fugitivas de la luz»? ¿No tuvo ocasión Homero de describir en medio de los combates de los dioses la importunidad de una mosca? ¿No ha creado la naturaleza también estos seres, igual que creó al hombre? Así pues, que cada cual juzgue las causas y los efectos, no las cosas en sí.

[…] El falangio es desconocido en Italia, y tiene muchas variedades: hay uno parecido a una hormiga, pero mucho más grande, con la cabeza roja y el resto del cuerpo negro, con manchas blancas. Su picadura es más dolorosa que la de la avispa. Vive sobre todo cerca de los hornos y los molinos. El remedio consiste en mostrar al herido otro ejemplar de la misma especie, para lo cual se conservan algunos muertos. Suele encontrarse su muda vacía, que machacada y bebida tiene propiedades medicinales; otro remedio son los cachorros de comadreja, mencionados más arriba.

[…] El myrmecion, con una cabeza parecida a la de la hormiga y el vientre negro salpicado de blanco, causa un dolor semejante al de la avispa. Los tetragnathii presentan dos variedades: el peor tiene dos líneas blancas cruzadas en medio de la cabeza; éste provoca la inflamación de la boca. En cambio, el de color ceniza, blanquecino en su parte posterior, es más torpe. Pero la menos dañina es una araña del mismo color que extiende por doquier en las paredes sus telas para las moscas.

Contra la mordedura de todas estas arañas sirve de antídoto un cerebro de gallo bebido en agua y vinagre con una pizca de pimienta, o también cinco hormigas en la bebida, o ceniza de estiércol de oveja untada con vinagre, o las propias arañas de cualquier clase, descompuestas en aceite.

[…] Otros muchos remedios se obtienen de las lombrices, por lo cual se conservan en miel.

El mochuelo es enemigo de las abejas, avispas y avispones y de las sanguijuelas; tampoco los que llevan consigo el pico de un «pico de Marte» son atacados por estos insectos.

Son rivales también unas langostas muy pequeñas, sin alas, que llaman attelebos. Hay también una especie venenosa de hormigas, casi inexistente en Italia. Cicerón las llama «solípugas», «salpugas» en la Bética; para éstas y para todas las hormigas en general es un antídoto el corazón de murciélago.

[…] Los oídos se limpian con hiel de oveja y miel; una instilación de leche de perra calma el dolor; contra la sordera, grasa de perro con ajenjo y aceite añejo, o también grasa de oca; algunos añaden jugo de cebolla y de ajo en la misma proporción. También se usan los huevos de hormiga, sin nada más, pues este animal tiene poder curativo, y es sabido que los osos enfermos se curan con este alimento.

[…] La muda de las serpientes quemada en una teja ardiendo se instila mezclada con aceite de rosas, y resulta eficaz contra todo tipo de dolencia de los oídos, pero en especial contra la fetidez; y si tienen pus, con vinagre o mejor con hiel de cabra, de buey o de tortuga marina (dicha pelleja no sirve si tiene más de un año, ni tampoco si se ha mojado con la lluvia, en opinión de algunos); se usa también humor de araña con aceite de rosas o solo en un trozo de lana o con azafrán, y un grillo sacado de su agujero con algo de tierra y aplicado como linimento. Nigidio atribuye un gran poder a este animal, y mayor aún los magos, por el hecho de que camina hacia atrás, horada la tierra y estridula por las noches. Lo cazan valiéndose de una hormiga atada a un pelo que se le echa en la grillera, después de haber soplado el polvo para que no se esconda; así, enganchado a la hormiga, se le saca fuera.

[…] La grasa de oca o de gallina protege el cutis. Sobre los líquenes se frota un linimento de excrementos de ratón en vinagre y ceniza de erizo en aceite; en este tratamiento se prescribe la aplicación previa sobre la cara de fomentos de nitro en vinagre. Elimina también las afecciones de la cara la ceniza de caracol -que grandes o pequeños se encuentran por todas partes- mezclada con miel. En realidad, la ceniza de cualquier tipo de caracol tiene propiedades astringentes y quema, gracias a sus virtudes detersivas, y, por esa razón, se añade a los productos cauterizantes y se frota como linimento en las zonas afectadas por la sarna, la descamación o el lentigo. También he encontrado que las llamadas «hormigas de Hércules», trituradas con un poco de sal, curan estas afecciones.

[…] El hígado de la rana dicen que es doble y que hay que ofrecérselo a las hormigas; la parte que atacan con preferencia sirve de antídoto contra todos los venenos. Hay ranas que viven únicamente en las zarzas, de ahí el nombre de rubetae como las hemos llamado; a éstas los griegos las llaman phrinoi; son las ranas de mayor tamaño, con una especie de cuernos y llenas de veneno. Los autores compiten en contar cosas asombrosas sobre ellas: que cuando se las introduce en una multitud se produce un silencio; que con un huesecillo que tienen en el costado derecho, metido en agua hirviendo, se enfría el recipiente, y no se le puede hacer hervir de nuevo a no ser que se saque el hueso; éste se obtiene dejando la rana a las hormigas, al devorar éstas la carne, y se pone en aceite de uno en uno; que en el lado izquierdo hay otro hueso que, si se arroja al agua, al parecer la hace hervir, y que se llama apocynon; con él se rechaza el ataque de los perros; que hace surgir el amor y las disputas si se pone en una bebida; colgado del cuello estimula el impulso sexual y, por el contrario, con el hueso del lado derecho se enfría lo que está hirviendo; éste cura también las cuartanas y otras fiebres envuelto en una piel de cordero reciente y colgado del cuello, e inhibe el impulso sexual.

MELA, POMPONIO (siglo I).
Geógrafo hispanorromano. Su obra De Situ Orbis, también llamada De Chorographia, escrita en torno a los años 40 de nuestra era, fue una de las fuentes geográficas más importantes del mundo antiguo. Cita Mela en el siguiente texto a las hormigas extractoras de oro.

Mapamundi según Pomponio Mela
(Edición veneciana de 1482)
De Chorographia
III. 7.

[…] La India está situada no sólo junto al mar Eoo, sino también junto a aquél que, mirando al sur llamamos Índico; está delimitada al norte por las cumbres del Tauro y al oeste por el Indo, y abarca tanta extensión de costa cuanta los que la navegan puedan recorrer durante sesenta días y noches; está alejada hasta tal punto de nuestros lugares que en alguna zona de ella no se perciben ni la Osa Mayor ni la Menor y las sombras de las cosas se prolongan hacia el sur de otra manera que en las demás costas. Pon lo demás es feraz y está llena de distintos tipos de hombres y de otros animales. Sustenta a hormigas no más pequeñas que perros grandes, de las que dicen que, como los grifos, vigilan con gran daño para los que se acercan el oro extraído de las entrañas de la tierra; sustenta también serpientes terribles que matan incluso a elefantes con su mordedura y rodeándoles su cuerpo; es de suelo tan abundante y feraz en algunos lugares que, en él, la miel mana de las hojas, los bosques producen lana y las cañas, cortadas entre sus nudos, pueden transportar a dos y, algunas, incluso a tres, como canoas […].

PLUTARCO (45-125).
Filósofo e historiador griego. Entre los 78 ensayos que componen su Moralia, se halla el interesante opúsculo sobre la inteligencia de los animales, donde ensalza la capacidad de las hormigas y su previsión, especialmente en relación con las semillas almacenadas.

Obras morales y de costumbres (Moralia)
Sobre la inteligencia de los animales

Es imposible describir detalladamente los preparativos y quehaceres domésticos de las hormigas, pero pasarlos completamente por alto sería pecar de desidia; y es que no hay en la naturaleza otro espejo tan pequeño de los valores más grandes y hermosos: como en una gota de agua pura, se ve en ellas el reflejo de la virtud en todos sus aspectos. «Allí existe la amistad» en su vida social; hay también la imagen del valor en su espíritu infatigable, así como abundantes semillas de templanza, de sabiduría y de justicia. Y así Cleantes, a pesar de afirmar que los animales no están dotados de inteligencia, decía haber presenciado el siguiente espectáculo: llegaron a un hormiguero ajeno un grupo de hormigas con el cadáver de uno de sus congéneres; salieron entonces algunas del tal hormiguero, tuvieron, por así decir, un encuentro con aquellas y volvieron a meterse dentro; esto se repitió dos o tres veces; finalmente, las del hormiguero subieron, a modo de rescate por el cadáver, un gusano, que las hormigas forasteras se echaron a las espaldas, devolviendo entonces el cadáver y marchándose. Entre las cosas de evidencia universal está la consideración que muestran al encontrarse unas con otras, pues las que no llevan carga alguna se apartan del camino y dejan paso a las que sí la llevan; como también la costumbre de roer y desmembrar las piezas difíciles de transportar o de hacer pasar por un sitio determinado, para hacer de ellas una carga fácil para un gran número de hormigas. Y cuando desperdigan sus huevos y los refrigeran al aire libre, esto es para Arato anuncio de lluvia:
Las hormigas sacan lo más rápido posible todos sus huevos de la cóncava madriguera.
Y algunos no escriben aquí «huevos» sino «provisiones», refiriéndose a que sacan al exterior el grano almacenado cuando notan que se está enmoheciendo y temen que se pudra y eche a perder. Pero lo que sobrepasa cualquier otra idea de inteligencia es la antelación con la que intuyen la germinación del trigo. Pues, naturalmente, el trigo no permanece en todo momento seco e incorruptible, sino que durante el proceso de germinación experimenta una expansión y se pone lechoso; así que para evitar que se convierta en semilla y pierda su valor alimenticio, y para conseguir que siga siendo comestible para ellas, se comen la parte de la que surge el brote del trigo. Yo no apruebo a quienes, para conocer a fondo los hormigueros, los destruyen como si practicaran una disección; en todo caso, cuentan que la galería que conduce de bajada desde la entrada no es recta ni fácilmente atravesable para otros animales, sino que a través de vueltas y de giros tortuosos, con túneles y agujeros, desemboca en tres cavidades, una que es su morada común, otra el almacén de provisiones y una tercera en la que se deposita a los moribundos.

ELIANO, CLAUDIO (175-235).
Escritor y naturalista romano. Su Historia de los animales es una de las tres grandes obras naturalistas de la antigüedad, junto a las de Aristóteles y Plinio. Trabajo más de recopilación que de observación, utilizó numerosas fuentes, Plinio entre ellas, mezclando datos reales con fabulaciones. La obra de Eliano tuvo una importante presencia a lo largo de la Edad Media.

Edición latina de la
Historia de los Animales de Eliano (1562).

Historia de los animales
Las hormigas

Los historiadores celebran a los babilonios y caldeos como maestros de la astronomía, pero las hormigas, sin mirar al cielo y sin saber contar con los dedos los días del mes, han recibido de la Naturaleza un don extraordinario. Y es éste: el día primero de cada mes se quedan en el interior del hormiguero, sin franquear la puerta de entrada sino permaneciendo quietas […].

Laboriosidad y previsión de las hormigas

En el verano, cuando las mieses están ya acarreadas en la era y se están trillando las espigas con vueltas y más vueltas, se juntan en grupos, y marcan, caminando de una en una, de dos en dos y hasta en tres filas, dejando atrás sus viviendas y cobertizos habituales. Luego, cogen granos de los montones de trigo y cebada, y siguen el mismo sendero. Y mientras unas van a hacer acopio de los referidos granos, otras se afanan en llevar la carga, y con el mayor respeto y consideración se ceden el paso unas a otras, y de manera especial las que van de vacío a las cargadas. Regresan a sus viviendas, llenan sus graneros, situados al fondo, después de haber atravesado, royéndolos, todos y cada uno de los granos, y, así, las migas resultantes sirven de comida a la hormiga de momento, y el resto pierde su virtud germinativa. Por lo visto, estas genuinas y previsoras amas de casa se idean este procedimiento con objeto de que, cuando las lluvias les inunden los graneros, los granos no se encuentren con toda su virtualidad germinadora, rompan a nacer ni broten, y, al no ocurrir esto, no se vean envueltas, a lo largo del invierno, en falta de comida y con el problema del hambre ni con que toda su diligencia les resulte vana. Como se ve, también las hormigas tuvieron la gran suerte de recibir de la Naturaleza estos dones, como también otros más […].

Las hormigas de la India

Las hormigas indias que guardan el oro bajo ninguna condición pasarían el río que lleva por nombre Campilino. Y los isédones se llaman y son quienes habitan la misma región que las hormigas […].

Laboriosidad de las hormigas frente a la holganza de los hombres

Respecto a las hormigas he obtenido también la información siguiente: en ellas el amor al trabajo y la pasión por el esfuerzo sin buscar pretexto alguno ni justificaciones deliberadamente falsas ni excusas, a las que se acogen los perezosos, está tan arraigado que incluso cuando hay luna llena, aunque sea de noche, no flojean ni se toman un descanso, sino que continúan pegadas a su tarea. ¡Oh hombres que no hacéis más que inventar pretextos y excusas para la vagancia! ¿Qué necesidad hay de enumerar y agotar el número tan grande de tales excusas? En efecto, han sido proclamados días de holganza las fiestas Dionisias, las Leneas, la de las jarras, la de los Pasos del puente, y si pasamos a Esparta otras distintas y si vamos a Tebas otras más, y en cada ciudad, tanto extranjera como griega, infinidad de ellas […].

Las hormigas y sus hormigueros

Los historiadores hablan, encantados, de las galerías subterráneas de las tumbas de los reyes egipcios, y ellos mismos y el gremio de los poetas hablan, igualmente encantados, también de ciertos laberintos de Creta. En cambio, no conocen los senderos, vueltas y circunvalaciones que las hormigas hacen en sus excavaciones subterráneas. Resulta que construyen el referido edificio subterráneo lo más en zigzag posible, a sabiendas, para hacer el paso a quienes conspiran contra ellas difícil de franquear o cerrado completamente al paso. La tierra que excavan no la desperdician sino que la derraman por delante de la boca del hormiguero, con lo que forman una especie de muro y defensas, con objeto de evitar que el agua de lluvia que baja corriendo las inunde a la ligera y mate a todas o a las más de ellas. Construyen muy habilidosamente paredes medianeras que separan entre sí las celdas, y los compartimientos son tres, como en una casa de postín. Hacen que uno funcione de androceo, en el que hacen la vida los machos y aquellas hembras que viven con ellos; el segundo, que es donde paren las hormigas preñadas, lo tienen por una especie de gineceo; y un tercero más lo destinan a granero y silo para el grano recogido. Y ahí sí que no les han enseñado estas cosas ni Iscómaco ni Sócrates, tan empeñados ellos en una celosa administración doméstica […].

Inteligencia de las hormigas, comprobada por Cleantes

A Cleantes de Aso que se negaba rotundamente y con todas sus fuerzas a admitir que también los animales participan de la capacidad de raciocinio, la comprobación del siguiente tenor (es lo que se cuenta) lo forzó, aun a regañadientes, a admitirlo y a declinar de su postura.

Ocurrió que Cleantes estaba sentado, en circunstancias en que disponía de bastante tiempo sin necesidad de hacer nada. Y sucedió que andaban entre sus pies hormigas a montones. De repente observó que otras hormigas traían por otro sendero a una hormiga muerta, y que, llegadas a la morada de las otras que andaban entre sus pies y que no convivían con las visitantes, se detuvieron con la muerta al borde del hormiguero. Vio, asimismo, que las otras subieron del fondo del hormiguero, que se entrevistaron con las forasteras como si anduvieran en algún trato y que las mismas volvieron luego a bajar, hecho que se repitió un montón de veces, y que, por fin, le trajeron un gusano a manera de compensación por la entrega del cadáver, que las forasteras lo habían aceptado y que, entonces, éstas les habían hecho entrega del cadáver que traían, y que las otras lo habían recogido con gran contento como si recuperaran a un hijo o a un hermano. Pues bien, ¿qué dice a esto Hesíodo, cuando osa afirmar que Zeus delimitó las fronteras entre las diferentes especies, de suerte que «a los peces, a las fieras y a las aves voladoras les concedió el devorarse unos a otros ya que entre ellos no hay justicia, mientras a los hombres les dio la justicia»? Por supuesto que no dirá lo mismo Príamo, cuando hasta él, que era hombre y descendiente de Zeus, sólo a costa de innumerables y maravillosos tesoros, pudo rescatar el cadáver de Héctor de manos de otro que también era hombre, y además héroe y descendiente de Zeus […].

Las hormigas blancas de la India

También entre nosotros hay animales de honda inteligencia, pero no tantos como en la India, sino pocos. Allí son tales el elefante, el loro, el mono Diana y los llamados sátiros. Pero resulta que también la hormiga india es inteligente. Pues bien, las hormigas de nuestro país excavan bajo tierra sus agujeros y escondrijos y construyen una especie de guaridas ocultas excavando la tierra, y se entretienen, por así decirlo, en trabajos de mina, recónditos y ocultos. Pero las hormigas indias se construyen con montones de tierra una especie de casitas pero no en terrenos superficiales, lisos y muy fácilmente inundables, sino empinados y elevados. Y, perforando en ellas con indecible maestría recovecos y, por así decirlo, galerías egipcias o laberintos cretenses, obtienen sus propios habitáculos, no en línea recta y fáciles de adentrarse en ellos, sino en zigzag a base de rodeos y túneles. Y en la superficie de estas casitas dejan un solo agujero por el que entran ellas y por el que todas las semillas que recogen las introducen luego en sus almacenes. Discurren, como se ve, en alto sus escondrijos con vistas a escapar de los desbordamientos e inundaciones de los ríos. Y, gracias a esta habilidad, resulta a la postre como si vivieran en una especie de atalaya o isla cuando los alrededores de tan singulares montículos se hacen una laguna.

Pues bien, esos montículos, pese a estar hechos de tierra apilada, distan tanto de desmoronarse y de echarse a perder por la inundación circundante que hasta se afirman más , en primer lugar por el rocío mañanero, ya que los citados montículos se revisten, por así decirlo, de una membrana finita pero resistente, procedente de la capa de hielo derivada del rocío, y porque, en consecuencia, los montículos en su parte inferior quedan apretados, claro está, por una costra musgosa que produce el lodo del río. Sobre las hormigas indias trató Juba en tiempos pasados, y lo que yo debo decir de ellas ahora termina aquí […].

Hormigas de Babilonia

En Babilonia se crían hormigas que tienen el aparato reproductor vuelto hacia atrás, al contrario y al revés que las demás hormigas […].

La hormiga y la avispa llamadas laértes

Dicen que existe un tipo de hormiga mortífera, y que esta hormiga tiene por nombre laértes. También a algunas avispas las llaman laértes. Esto lo dice Télefo, el comentarista de la ciudad misia de Pérgamo.

ORÍGENES (185-254).
Nacido en Alejandría y discípulo de San Clemente, este Padre de la Iglesia, hombre de gran sabiduría dedicado a los estudios teológicos, escribió Contra Celso, libro en que combate la obra anticristiana de un filósofo platónico llamado Celso. El texto aquí trascrito resulta curiosísimo y de notable modernidad. Disiente de la concepción maravillosa e inteligente atribuida a las hormigas, que serían guiadas antes bien por el instinto. Una de las primeras discusiones en torno al “problema del alma de los brutos”.

Contra Celso
81. La vida social de algunos animales

Mas este ilustre señor no se percata de que destruye, en cuanto de él depende, doctrinas provechosas de muchos filósofos que admiten la providencia y sientan que todo lo hace por razón de los seres racionales, juntamente con la armonía que en este punto tienen con ellas los cristianos; ni ve tampoco qué gran daño y obstáculo resulta para la piedad admitir la tesis de que, para Dios, no hay diferencia alguna entre hormigas, abejas y hombres. De ahí que diga: “Mas si parece que los hombres se distinguen de los animales porque edificaron ciudades y establecen una constitución política, autoridades y mando supremo, eso no prueba nada, pues lo mismo hacen las hormigas y abejas. Así, las abejas tienen una reina, con su séquito y servidumbre, y entre ellas hay guerras y victorias, y se mata a los vencidos; hay ciudades, y hasta suburbios o arrabales, y relevo en el trabajo y procesos contra los holgazanes y malos; por lo menos expulsan y castigan a los zánganos”. Tampoco aquí vio Celso la diferencia que va de lo que se ejecuta por razón y cálculo y lo que procede de la naturaleza irracional y de la mera habilidad del instinto. La causa de esas obras no es una razón inherente a los que las hacen, puesto que no tienen razón alguna, sino que el eterno Hijo de Dios y rey de cuanto existe creó una naturaleza irracional o instinto para ayuda, irracional, de los seres que no han sido dotados de razón.

Ahora bien, ciudades sólo han existido entre los hombres con sus muchas artes y ordenaciones legales; en cuanto a constituciones políticas, autoridades y mandos supremos, o son las que así se llaman propiamente, ciertas disposiciones y operaciones virtuosas, o las que, abusivamente, se denominan así por imitar, en lo posible, aquéllas; a ellas, efectivamente, miraron los excelentes legisladores al establecer las mejores constituciones políticas, autoridades y mandos supremos. Nada semejante cabe hallar entre los irracionales, por más que Celso traslade a hormigas y abejas nombres que indican razón y puestos a cosas racionales, como son los de ciudad, constituciones políticas, autoridades y mandos supremos. Por todo lo cual no hay para qué alabar a las hormigas o abejas, pues no obran por razón; de admirar es, en cambio, la naturaleza divina que extiende a los irracionales una como imitación de lo racional. Acaso para confundir a los racionales, que, al contemplar las hormigas, se volverán más trabajadores y más dados a almacenar lo que pueda serles de provecho; y al considerar las abejas, obedecerán al que manda y dividirán el trabajo útil a la constitución política para salud de las ciudades.

82. Prosigue el tema de las abejas

Tal vez también esa especie de guerras que se dan entre las abejas sea una lección de cómo hayan de hacerse las guerras justas y ordenadas si alguna vez han de hacerse entre los hombres. En cuanto a ciudades y arrabales, no existen entre las abejas, sino colmenas y sus celdas hexagonales, y el relevo en el trabajo, todo por razón de los hombres que emplean la miel para muchas cosas, para curación de cuerpos enfermos y para alimento puro. Tampoco debe compararse lo que las abejas hacen contra los zánganos con los juicios contra holgazanes y malvados en las ciudades, ni con los castigos que se les imponen; como antes dije (IV 81), debemos más bien admirar en estas cosas a la naturaleza `, y también al hombre, que es capaz de reflexionar sobre todo y ordenarlo todo, como auxiliar de la providencia; y no sólo lleva a cabo las obras de la providencia de Dios, sino también las de su propia providencia.

83. La hormiga compasiva

Ya que ha hablado Celso de las abejas con el fin de vilipendiar no sólo entre cristianos, sino entre todos los hombres, las ciudades y constituciones políticas, las autoridades y mandos supremos y las guerras hechas por la patria, añade ahora el elogio de las hormigas. Su intento con este elogio es rebajar el cuidado del hombre por su comida, y, con su razonamiento sobre las hormigas, desacreditar la previsión del invierno, por no tener nada que supere la previsión irracional de las hormigas en lo que él se imagina verla. Dice Celso sobre las hormigas que, “cuando ven una compañera cansada, se quitan unas a otras la carga”. Ahora bien, ¿no pudiera con esto desviar, por lo menos en cuanto de él depende, a algún hombre sencillo, de los que no son capaces de penetrar la naturaleza de todas las cosas, de los que ven agobiados por la carga, y de tomar parte de sus fatigas? Alguno, en efecto, que necesite la instrucción de la palabra divina y que no la entiende en absoluto, podrá decir: “Si, pues, en nada nos distinguimos de las hormigas, ni siquiera cuando ayudamos a los cansados de llevar pesos muy graves, ¿a qué hacemos en vano cosa semejante?” Las hormigas, desde luego, como irracionales que son, no hay peligro de que se ensoberbezcan por comparar sus obras con las de los hombres; los hombres, empero, que, por su razón, son capaces de oír de qué manera se vilipendia su amor a los demás, sí que pueden recibir de suyo daño de Celso y de sus palabras. Y es que no vio, en su afán de apartar del cristianismo a los que leyeran su libro, que aparta también a los no cristianos de la compasión para los que gimen bajo las más graves cargas. Su deber era, empero, si era filósofo, que sintiera el amor a sus semejantes, no destruir, a par del cristianismo, las doctrinas provechosas a los hombres, sino favorecer, en lo posible, aquellas bellas cosas que el cristianismo comparte con el resto de los hombres.

Y en cuanto a que las hormigas atacan a los gérmenes de los frutos que recogen para que no germinen, sino les duren para comer todo el año, el hecho no ha de atribuirse a una razón que se diera en ellas, sino a la naturaleza, madre universal (CLEM. ALEX., Paid. II 85,3), que de tal manera adornó a los irracionales que no dejó ni al más pequeño sin alguna huella de la razón natural. A no ser que Celso (que gusta de platonizar en muchos puntos) no quiera dar solapadamente a entender que toda alma es de la misma forma (PLAT., Tim. 60cd; cf. supra IV 52) y que el alma del hombre no difiere en nada de la de hormigas y abejas; teoría de quien hace bajar el alma de la bóveda del cielo para entrar no sólo en un cuerpo humano, sino en cualquier otro cuerpo (PLAT., Phaidr. 246b-247b). Los cristianos no aceptarán nada de eso, pues de antemano han comprendido que el alma humana fue creada a imagen de Dios, y ven ser imposible que la naturaleza, creada a imagen de Dios, pierda de todo punto la marca que lleva y tome otra, no sabemos a imagen de qué animales irracionales.

84. Las hormigas, ¿seres racionales?

Dice además que “a las hormigas muertas les destinan las vivas un lugar aparte, y éste hace para ellas de sepulcro familiar”. A lo cual hay que decir que cuanto más alto elogio haga de los animales irracionales, tanto más exalta (aun sin quererlo) la obra del Verbo, que lo ordena todo. Y no menos muestra la industria del hombre qué sabe vencer por su razón hasta las ventajas de los animales irracionales. Mas ¿a qué hablar de irracionales, cuando a Celso no le parecen ser siquiera irracionales los que, según las nociones comunes a todos, así se llaman? Por lo menos no opina que las hormigas sean irracionales ese que nos anunció iba a hablarnos de toda la naturaleza (IV 73) y alardea de la verdad en el título mismo de su libro. Dice, en efecto, de las hormigas, como si tuvieran diálogos entre sí, lo siguiente: “Además, cuando se encuentran unas con otras, traban conversación entre sí, por lo que no yerran los caminos. De donde se sigue que poseen una razón perfecta y nociones comunes de ciertas cosas universales y voz para expresar lo que les pasa”. El conversar uno con otro se hace por medio de la voz, que expresa algún pensamiento, y muchas veces cuenta lo que se llaman casos fortuitos; ahora, atribuir cosa igual a las hormigas, ¿no será el colmo de lo ridículo?

85. Hombres y hormigas, mirados desde el cielo

Y, para que lo indecoroso de sus doctrinas quede también patente a los por venir, no tiene pudor de añadir a todo eso lo que sigue: “Ea, pues, si uno mirara desde el cielo a la tierra, ¿en qué le parecería diferente lo que hacemos nosotros y lo que hacen hormigas y abejas?”. El que, en esta hipótesis, mirara del cielo a la tierra contemplando las obras de los hombres y lo que hacen las hormigas, ¿no es así que verá los cuerpos de hombres y hormigas, pero no tendrá en cuenta la mente racional, que se mueve por el discurso, de un lado, y la mente irracional, de otro, movida sólo, irracionalmente, por impulso e imaginación, acompañada de cierta natural habilidad efectiva? Pero es absurdo que quien mirara lo que se hace en la tierra quisiera contemplar desde pareja distancia los cuerpos de hombres y hormigas, y no le interesara mucho más ver las distintas naturalezas de las mentes y discernir si la fuente de los impulsos es racional o irracional. Porque una vez vista esa fuente de todos los impulsos, se le aparecería evidente la diferencia y excelencia del hombre, no sólo sobre las hormigas, sino sobre los mismos elefantes. Efectivamente, por muy grandes que sean sus cuerpos, no vería otro principio sino (digámoslo así) el de la irracionalidad; en los racionales, empero, vería la razón, que es común al hombre con los seres celestes y divinos y acaso con el mismo Dios supremo, a cuya imagen se dice haber sido creado (Gen 1,26s), pues la imagen del Dios supremo es el Logos o razón (Col 1,15; 2 Cor 4,4).

SAN JERÓNIMO (342-420).
Doctor de la Iglesia nacido en Dalmacia (Yugoslavia), la obra de este presbítero es vastísima, erudita y de gran estilo literario. Tradujo al latín la Biblia, en versión que se conoce como la Vulgata. El curioso texto que ofrecemos corresponde a su Vida de Malco, monje que según parece conoció y al que pone voz en primera persona. Relato clásico de hormigas como referente ejemplarizante.

Vida de Malco

[…] Entre tanto, también, como fiel pastor del rebaño, me retiraba durante un mes entero por el desierto. Después de un gran intervalo de tiempo, mientras permanezco a solas en el desierto y nada veo si no es el cielo y la tierra, comencé a reflexionar en silencio conmigo y, de entre otras muchas cosas de los monjes, me acordaba también de su camaradería; y, sobre todo, del rostro de mi padre, el que me había instruido, mantenido y educado, y me había perdido. Y mientras tales pensamientos tenía, veo bullir en un estrecho sendero un rebaño de hormigas. Veo que sus cargas son mayores que sus cuerpos. Unas arrastraban con la pinza de la boca algunas semillas de hierbas; otras sacaban arena de los hoyos y, con montones de tierra, desviaban las corrientes de las aguas; aquéllas, recordando que llegaría el invierno, para que la tierra humedecida no convirtiese los graneros en una pradera, troceaban en seguida las semillas que habían sido traídas; éstas, en concurrido funeral, transportaban los cuerpos de las muertas. Y, lo que más era de admirar en un ejército tan numeroso, las hormigas que salían no estorbaban a las que entraban. ¿Y qué más que, si veían que alguna había caído por el peso de su haz, le prestaban ayuda arrimando el hombro? ¿Para qué más palabras? Aquel día me proporcionó un bonito espectáculo. De donde, acordándome de que Salomón (Prov. 6,6-8) nos remite a la industriosidad de la hormiga, y que con tal ejemplo espolea a las mentes perezosas, comencé a sentir el aburrimiento del cautiverio y la nostalgia de las celdas del monasterio y a echar de menos la similitud de aquellas hormigas con los monjes, entre los cuales se trabaja en común y, aunque nada sea propiedad de cada cual, todos lo tienen todo […].

ANÓNIMO. El Fisiólogo (entre el siglo II y el V).
Esta obra ha sido atribuida sin certeza a varios autores (Pedro de Alejandría, San Epifanio, San Basilio, San Juan Crisóstomo, Atanasio, San Ambrosio o San Jerónimo). Su popularidad duró 1000 años, alcanzando un incontable número de ediciones sólo comparable a las de la Biblia. Fue la antesala de los bestiarios medievales.

El Fisiólogo
12. Acerca de la hormiga

Salomón dijo en los Proverbios: «Ve junto a la hormiga, perezoso».

El Fisiólogo dijo acerca de la hormiga que tiene tres características.

Su primera característica es ésta: cuando caminan en fila, cada una lleva en su boca un grano y las que van de vacío porque no portan nada no dicen a las que van cargadas: «Dadnos de vuestros granos», ni se los arrebatan por la fuerza, sino que van a recogerlos por su cuenta. Esas mismas palabras es posible encontrarlas respecto a las vírgenes prudentes y a las necias.

Grabado de Pieter van der Borcht
(El Fisiólogo de San Epifanio. Amberes, 1588)

[Pues bien, dijo el Fisiólogo acerca de la hormiga].

La segunda característica de la hormiga: cuando almacena el trigo en la tierra, parte cada grano en dos, para que al sobrevenir el invierno no se humedezcan y germinen los granos y ella perezca de hambre.

[Y además conoce la hormiga por su sabiduría si el calor es fuerte o el aire trae humedad. Pues cuando veas a la hormiga meter en el hormiguero el grano de trigo que estaba fuera, sabe que viene la estación invernal; pero si desde dentro transporta su alimento y lo amontona, sabe que es tiempo de bonanza].

También los perfectos ascetas ocultaron las palabras del Antiguo Testamento del espíritu, para que nunca te mate la letra. Pues Pablo dijo que «la Ley es espiritual»; ya que por prestar atención a la simple letra los judíos se murieron de hambre y llegaron a ser matadores de los santos.

Grabado de Pieter van der Borcht
(El Fisiólogo de San Epifanio. Amberes, 1588)

Su tercera característica: muchas veces la hormiga va por el campo en la época de siega, se encarama a la espiga y desprende el grano. Y antes de encaramarse a ella olfatea el tallo de la espiga, y por el olor conoce si es cebada o trigo. Si es cebada no se encarama y si es trigo sube y desprende el grano. Pues la cebada es alimento de bestias, como dice Job: «En vez de trigo me salga cebada».

Pues huye tú también, hombre, del alimento de bestias y coge el trigo depositado en el silo celestial. Pues la cebada se compara a la enseñanza de los heréticos, en cambio el trigo a la rectísima fe de Cristo.

(Texto facilitado por Xavier Roig).
Introducción

Este largo periodo de 1000 años va a traer pocas novedades en cuanto al conocimiento e investigación de las hormigas, más allá de la cita reiterada de los clásicos grecolatinos. No obstante, proliferarán los libros de viajes y extensas obras compilatorias como las enciclopedias y los bestiarios. Estos últimos, herederos del Fisiólogo, lograrán una extraordinaria difusión y un éxito popular que se prolongará durante siglos. Ricamente ilustrados, y con un sentido moralizante vinculado estrechamente a la religión, los bestiarios mezclarán indistintamente en sus descripciones la realidad con la fantasía. La iconografía mirmecológica que reflejan es aún pobre y falta de detalles, pero constituye una novedosa y atractiva fuente de información.

 

SAN ISIDORO DE SEVILLA (560-636).
Fecundísimo sabio hispanorromano, reunió en sus Etimologías los saberes de la antigüedad. Esta obra enciclopédica fue, trás las Sagradas Escrituras, la obra más copiada y leída de la Edad Media, alcanzando su influencia al Renacimiento. El fragmento trascrito repite datos de Plinio, aportando una particular y errónea etimología de la palabra formica: ferre micas, que recoge restos de trigo (mica: partícula, miga, migaja). Conviene a este respecto recordar que, de acuerdo con el Diccionario Etimológico Indoeuropeo de Julius Pokorny (Indogermanisches Etymologisches Wörterbuch, 1959) hormiga deriva del latín formica, procedente a su vez de la raíz indoeuropea moru, que significa «hormiga». De esta raíz moru derivan igualmente el griego murmeko -que dará el latín myrmeco– y el resto de términos empleados en las lenguas modernas para denominar hormiga: ruso / murave, sueco / myra, inglés / mire (del arcaísmo pis-mire), etc. [Agradezco al mirmecólogo James Trager y al historiador del Arte Silmarillion, del Foro celtiberia.net, los datos etimológicos que me han aportado].

Etimologías (c. 630)

[…] El grillo tiene este nombre por el sonido que emite. Es un animal que camina hacia atrás, hace agujeros en la tierra y canta durante la noche. Se cazan introduciendo en su grillera una hormiga atada con un cabello, soplando previamente polvo con el fin de que no se esconda: así, enlazado a la hormiga, es sacado al exterior. La hormiga debe el nombre de formica a que recoge las restos (ferre micas) del trigo. Es mucha su laboriosidad. Provee para el futuro y se procura durante el verano el alimento para el invierno. En los sembrados sabe elegir el trigo sin prestar atención a la cebada. Cuando ha caído agua sobre sus reservas alimenticias, las saca todas fuera. Cuentan que en Etiopía existen unas hormigas con forma de perro que, con sus patas, extraen pepitas de oro que custodian para que no se las roben, y a quien tal intenta lo persiguen hasta darle muerte. La hormiga-león tiene semejante nombre porque es el león de las hormigas, o bien porque es a un tiempo hormiga y león. Se trata de un pequeño animal, feroz enemigo de las hormigas, que se esconde entre el polvo y mata a las hormigas que pasan transportando alimentos. Se le conoce, pues, como león y como hormiga, porque para los demás animales es como una hormiga y, en cambio, para las hormigas, es como un león […].

Hormiga y hormiga-león
(Bestiario del s. XV. Descripción basada en De Proprietatibus Rerum de Bartholomeus Anglicus, s. XIII)

 

AL JAHIZ (776-868).
Polígrafo y enciclopedista árabe nacido en Basora (Irak). De extraordinaria sabiduría y prolijidad, produjo unas 200 obras, de las que se conservan una treintena. De entre ellas destaca el Libro de los Animales (Kitab al-Hayawán), compuesta por 7 volúmenes y 1089 páginas. Sorprende que esta magnífica obra no se haya traducido completa a lengua alguna. Jahiz, en pleno siglo IX, anticipó temas como el mimetismo, la comunicación animal o el evolucionismo, recopilando datos de la antigüedad (por ejemplo, de Aristóteles) pero aportando sus propias observaciones. Por suerte y privilegio de esta Biblioteca Histórica, el gran arabista español Asín Palacios se interesó por el Libro de los Animales, dedicándole un trabajo introductorio (1930). De los varios párrafos que tradujo a modo de muestra, se encuentra uno dedicado a las hormigas, donde vemos a un observador avezado, perfecto conocedor de lo que hablaba, describiendo, hace 1200 años, el reclutamiento en las hormigas.

Libro de los animales

De las hormigas

“Comenzamos esta parte [cuarta], con la ayuda de Dios y con su auxilio, hablando de las hormigas chicas y grandes, según prometimos al terminar el tomo tercero…”

“Si queremos ponerte un ejemplo típico de maravilla y de admiración, que sugiera cuán grande es la providencia, habremos de traer a colación al animal más vil, pequeño, abyecto y despreciable, haciéndote ver la sutil sensibilidad que posee, su admirable previsión y preocupación de las consecuencias, su semejanza y parecido en esto con el hombre, siendo como es el hombre el rey de la creación, a cuyo dominio está sujeto el orbe entero con todo cuanto encierra. Sabemos, en efecto, que la hormiga almacena para el invierno durante el estío, previniéndose así de antemano y sin desfallecer en su firme propósito ni un solo momento, mientras le es posible almacenar. Después, su experta sagacidad y previsión de las consecuencias llega hasta el extremo de que, ante el temor de que las semillas, almacenadas durante el verano para el invierno, se pudran y gusanen en el seno de la tierra, las saca a la superficie para que se sequen y tornen a su estado normal dándoles el aire y evitando así su corrupción y podredumbre. Después, como a menudo o, mejor, casi siempre el lugar en que almacena las semillas es húmedo, teme la hormiga que germinen por la parte central del grano cubierta de una fina película (pues sabe muy bien que por ese punto es por donde la semilla comienza a germinar y a transformarse en planta), y así la hormiga hiende el grano entero en dos mitades, y si es de coriandro o cilantro, lo hiende en cuatro partes, porque la semilla de esta planta es la única que tiene la propiedad de germinar en sus dos mitades. Hasta tal extremo aventaja la hormiga, por este solo hecho, en sagacidad a todos los animales, que quizá es más prudente que muchos hombres.”

Dibujo del Libro de los Animales (edición siria del s. XIV)

“A pesar del exiguo tamaño de su cuerpo y de su poco peso, la hormiga posee también un olfato como ningún otro animal, pues a veces ocurre estar un hombre comiendo langostas o cosa semejante y caérsele de la mano una o un trozo de ella y, aunque no haya visto por allí cerca ni una sola hormiga ni de que existan en tal lugar haya la menor noticia, no pasa mucho rato sin que aparezca una y, encaminándose derechamente a la langosta que cayó en tierra, intenta con todo empeño darle una vuelta y llevársela a rastras, y si se siente incapaz de lograrlo, tras inútiles tentativas, marcha de regreso a su hormiguero, y no pasa mucho rato sin que aquel hombre la vea volver, seguida de una fila negra y extensa de hormigas, para que la ayuden, y se llevan a rastras la langosta. Lo primero, pues, que observamos aquí es la fiel veracidad de su olfato, para barruntar lo que no advertiría ni el hombre hambriento. Después, la audacia y tenacidad del empeño en transportar una carga que es cien veces o más de cien veces mayor en peso que el suyo propio, pues no hay animal alguno capaz de cargarse, como lo hace la hormiga, un peso que sea superior en muchos múltiplos al de su cuerpo mismo, sin desistir jamás de la empresa, si no es tras sentir agotado su aliento.”

“Pero quizás alguien diga: “Y ¿cómo sabe el hombre que la hormiga que quiso llevarse la langosta sin conseguirlo, es precisamente la que trasmitió la noticia a sus pequeñas compañeras y la misma que viene luego a la cabeza de ellas?” A esto responderemos que por una larga experiencia, pues jamás hemos visto que una hormiga intente arrastrar una langosta y no pueda conseguirlo, sin que poco después, si es que vuelve, venga acompañada de otras hormigas. Y si bien es verdad que no podemos a simple vista distinguir aquella hormiga de sus compañeras, también es cierto que no cabe concebir otra hipótesis que la que hemos dicho, pues además nunca hemos visto hormiga alguna que, si al volverse al hormiguero, cargada con una presa o sin carga, se topa con otra hormiga, deje de detenerse junto a ella y contarle alguna cosa, lo cual es indicio de que al abandonar aquella hormiga a la langosta lo hizo para informar a sus semejantes, como lo hace el explorador, que no engaña a sus compañeros de caza…”

Dibujo del Libro de los Animales (edición siria del s. XIV)

“Las especies de animales que almacenan víveres y que en esto se parecen al hombre, dotado de reflexión, prudencia y previsión del porvenir, son las hormigas chicas y grandes, el ratón, el lagarto, la araña y la abeja, si bien la abeja no almacena más que un solo género de alimentos, que es la miel.”

“Pretende El Yactorí [autor no identificado] que si introduces una hormiga grande en un hormiguero de hormigas chicas, se las come todas sin dejar una, y afirma además que esto lo ha experimentado él mismo. El autor de la lógica [Aristóteles] dice que la hiena devora rápidamente las hormigas, pues se va al hormiguero cuando están en él todas juntas y se las come lamiéndolas con la lengua, con una avidez devoradora y un apetito intenso. Dicen también que a menudo ocurre que el gusano teredo haga grandes estragos en las aldeas devorando todo cuanto encuentra en las casas, y la plaga dura sin cesar hasta tanto que en aquellas aldeas se instalan las hormigas, pues Dios otorga a éstas tal dominio sobre aquellos gusanos, que no dejan uno vivo. Claro que a su vez las hormigas, después de aniquilarlos, quedan allí también y son una plaga, aunque menos dañina que los dichos gusanos. Eso aparte de que a menudo sucede que también desaparecen luego las hormigas de aquellas aldeas, y así quedan sus habitantes libres de ambas plagas juntamente. Hay quienes pretenden que aquellos gusanos se transforman en hormigas, en lugar de desaparecer devorados por éstas, y que a medida que se van transformando en hormigas, va disminuyendo su número y menguando así por días su daño.”

“Las hormigas son proverbiales por su multitud, y así se dice: “Vinieron como hormigas.” Los etíopes son de dos especies: unos, que se glorían por su muchedumbre, se llaman “las hormigas”; otros, que se glorían por su paciencia y corpulencia, se llaman “los perros”; los unos están siempre tumbados; los otros siempre en movimiento: aquéllos son los perros; éstos las hormigas.”

“Una de las causas de la muerte de las hormigas es el salirles alas. Ya lo dijo el poeta:

“Y cuando a la hormiga le nacen alas para volar, cercano está su fin.” “Y es que una vez transformadas así las hormigas, los pájaros las cazan fácilmente al volar. También se matan las hormigas derramando alquitrán y azufre en las bocas de sus hormigueros, sembradas previamente de granos de cebada. Nosotros hemos hecho la prueba, pero resulta inútil.”

 

ANÓNIMO. BESTIARIO DE ABERDEEN (c. 1200).
Se trata de uno de los bestiarios más interesantes, redactado e iluminado en Inglaterra en torno a los últimos años del siglo XII. Ofrecemos una versión española del capítulo dedicado a las hormigas (Trad. de José María Gómez Durán).

Bestiario de Aberdeen (c. 1200)

Sobre las hormigas

Las hormigas tienen tres características. La primera es que marchan en fila, cada una llevando un grano de trigo en su boca. Aquellas que no tienen ninguno no dicen a las otras: “Dadnos algunos de vuestros granos”, sino que siguen la senda de las que primero salieron hacia el lugar donde se encuentra el trigo y lo traen al nido. Sirva esta descripción para representar a los hombres sensatos, que, como las hormigas, actúan conjuntamente, en razón de lo cual serán recompensados en el futuro.

La segunda característica de la hormiga es que cuando almacena grano en su nido, divide lo aprovisionado en dos partes con el fin de evitar que se humedezcan con las lluvias del invierno, germinando con ello las semillas y muriendo la hormiga de hambre. De la misma manera, tú, hombre, deberías separar las palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento, esto es, deberías distinguir entre lo espiritual y lo carnal, para que una interpretación literal de la ley no te mate, pues la ley es algo espiritual, como dice el Apóstol: “Pues la palabra mata, pero el espíritu da vida” (2 Corintios, 3: 6). Y así los Judíos, que sólo prestan atención a la letra de la ley y desprecian su significado espiritual, han muerto de hambre.

Capítulo sobre la hormiga (Bestiario de Aberdeen, c. 1200)

La tercera característica de la hormiga es que en tiempo de cosecha camina por entre el cultivo y descubre, royendo las espigas, si es cebada o es trigo. Si el cultivo es de cebada, la hormiga se va hacia otra espiga y la olfatea, y si huele a trigo, sube hasta lo alto de la espiga y se lleva el grano a su nido. Pues la cebada es alimento de las bestias. Como dice Job: “Me crecía la cebada en vez del trigo” (Job, 31: 40), refiriéndose a la doctrina de los herejes. Pues la herejía es como la cebada, y debería desecharse, porque quiebra y destruye las almas de los hombres. Por ello, Cristiano, huye de todas las herejías; sus enseñanzas son falsas y contrarias a la verdad. Pues las Escrituras dicen: “Ve a la hormiga, oh perezoso, y considera sus caminos y su sabiduría” (Proverbios, 6: 6). Y así, la hormiga no tiene conocimientos de agricultura; no tiene a nadie que la obligue a hacer nada; ni actua bajo la dirección de un maestro que le diga cómo hacer depósitos en un almacén de comida. Y sin embargo, acopia recolectando de tus campos. Y aunque a menudo estés hambriento, a ella no le falta de nada. No tiene almacenes cerrados, ni protección impenetrable, ni apilamiento de víveres que no puedan ser tocados. El guardián observa los robos, que no se atreve a impedir; el dueño es consciente de sus pérdidas, pero no se venga. Acarrean su botín en negra columna a través de los campos, abarrotando los caminos al paso del convoy; los granos que no pueden sujetar en sus estrechas bocas, son llevados al hombro. El dueño del cultivo mira y se sonroja con vergüenza ante la idea de impedir esa frugal ganancia conseguida con tan esmerada industria.

Hormigas dirigiéndose ordenadamente a las espigas (Bestiario de Philippe de Thaon, c. 1300)

La hormiga también ha aprendido a estar atenta en los periodos de buen tiempo. Pues si ve que sus provisiones de trigo comienzan a humedecerse, mojadas por la lluvia, otea cuidadosamente el aire esperando la bonanza para entonces abrir los almacenes y llevar sus provisiones al hombro desde las cámaras subterráneas hacia el exterior, de tal manera que el trigo se seque a la luz continua del sol. Finalmente, nunca verás caer la lluvia de las nubes durante esos días, a menos que la hormiga haya retornado primero sus provisiones a los almacenes.

 

LATINI, BRUNETTO (c. 1220-c. 1294).
Fue embajador en la corte de Alfonso X, cuyo hijo Sancho IV promovió la traducción de su Libro del Tesoro, una compilación de conocimientos clásicos de gran difusión en la Edad Media. El texto que trascribimos constituye uno de los primeros en lengua española en que se citan a las hormigas (trad. castellana de finales s. XIII).

Dante y Latini
(Grabado de Gustave Doré)

Libro del tesoro (c. 1265)

Capítulo 188. De las formigas

Formiga es una pequeña cosa & es de muy grant provission, ca en verano cata & aliega lo que a mester en ynvierno. & escoge el trigo & dexa el ordio, & esto conocen ellas en la olor; & parten los granos por medio, por que non puedan nascer con la humidat del invierno. Et dizen los de Ethiopia que a en una ysla formigas tan grandes commo canes, que cavan oro de la arena con sus pies, & lo guardan assy fuerte que syn muerte ningunos non lo podrien aver. Mas los de la tierra toman las yeguas que an potros et carganlas de arcas; & quando las formigas veen aquellas arcas, el oro que tienen metenlo en ellas, quydando que lo ponen en salvo. Et quando viene a la noche que las yeguas son bien fartas & bien cargadas, parase aquel que las guarda con los fijos de las yeguas aquende del rio, & quando oyen relinchar los fijos, metense en el rio & pasanse con todo el oro que esta en las arcas.

Leyenda de las hormigas extractoras de oro (Bestiario de Guillaume le Clerc, s. XIII)

 

SAN ALBERTO MAGNO (c. 1206-1280).
Teólogo, filósofo y hombre de ciencia alemán, Alberto Magno –Doctor de la Iglesia–, preparó una fabulosa colección de tratados que abarcan desde la física a la biología, de la psicología a la moral, de la política a la teología. La edición de sus obras completas realizada a finales del siglo XIX se compone de 38 gruesos volúmenes en cuarto. Dentro del tratado dedicado a los animales –De Animalibus– se encuentra un texto dedicado a las hormigas, en el que no sólo se recogen las consabidas observaciones de la antigüedad, sino que muestran al sabio alemán como un curioso experimentador. Presentamos a continuación un extracto tomado de una edición latina de 1495 (trad. de José María Gómez Durán).

San Alberto Magno
(Fresco de Tommaso da Modena, 1352)

De Animalibus

[…] Sin embargo, debido a la pequeñez de su cabeza, la hormiga tiene los ojos situados sobre ciertos apéndices en forma de cerdas [antenas] que emergen de su cabeza. La característica de dichos apéndices es que, cuando ambos son amputados, la hormiga comienza a vagar sin saber adonde se dirige, y entonces se une a cualquier otra hormiga amiga, agarrándose fuertemente, para poder volver a casa, y en tal manera quedan sujetas, que difícilmente pueden separarse […].

Hormigas de dos cabezas
(Der Naturen Bloeme, de Jacob van Maerlant, c. 1350)

 

GIL DE ZAMORA, JUAN (c.1241-c.1320).
Prolífico autor franciscano vinculado a Alfonso X y preceptor de su hijo Sancho IV. Publicó en latín su influyente Historia Naturalis, uno de los últimos grandes compendios enciclopédicos de la Edad Media, recientemente traducida y que supera las 1000 páginas. El siguiente texto se encuentra dentro de otra enciclopedia más pequeña, dispuesta alfabéticamente, donde expone medios para combatir a los animales molestos y venenosos (trad. esp. de Cándida Ferrero Hernández, 2002).

Libro contra tósigos y animales venenosos (c. 1290)

Sobre las hormigas

Existen muchos remedios contra las hormigas. Según Paladio, en el libro I: se rocía el hormiguero con orégano y azufre triturados y de esta forma se van. También: si quemas conchas vacías de caracol e introduces su ceniza en el hormiguero, también marchan. También: si tienen el nido en el huerto aves nocturnas, abandonan su hormiguero. Si vienen de fuera señálese todo el perímetro del huerto con ceniza o con algo blanquecino. Dice también Alclides en el Libro sobre los venenos: Si introduces en un hormiguero azahe, es decir un murciélago entero, las hormigas no volverán a su refugio ni regresarán para recoger su comida. Tampoco frecuentarán las hormigas aquel lugar que haya sido rociado con sangre de menstruación, aunque con este remedio se secan las plantas.

Dice Plinio en el libro X: perecen las hormigas a causa del olor de estoraque, orégano, cal o azufre. De igual modo en el libro XI: a las ranas y las rubetas no se les acercan las hormigas por temor de su veneno, según creen algunos. También en el libro XVII: son las hormigas como una peste para los árboles, se las puede ahuyentar untando los troncos con tierra roja y pez líquida o bien con harina de altramuz mezclado con aceite vertido en sus raíces. Afirma el mismo autor en el libro XIX: no es demasiado difícil el echar las hormigas de los huertos siempre que no se rieguen. El remedio es obturar su hormiguero con lodo de mar o con ceniza. Aunque el heliotropo, o siguesol, las elimina de forma muy eficaz. Algunos creen que el láter crudo diluido en agua les resulta hostil. El mismo autor en el libro XXII dice: Hay en Italia un tipo de hormigas venenosas a las que Cicerón denomina salipitas o salpingas, su antídoto es el corazón de murciélago, aunque también las cantáridas resisten ante todo tipo de hormigas.

Hormigas sobre el hormiguero (Bestiario de Anne Walsh, s. XV)

Al respecto dice Aristóteles: si alguien toma azufre y orégano silvestre y los pulveriza sobre los hormigueros las hormigas huyen. También del mismo modo huyen del humo del estoraque seco. Afirma Razes en el Almanzor: las hormigas huyen del alquitrán, la pez, el azufre y el asa fétida. Y si se introduce un poco de estas sustancias en sus hormigueros mueren, especialmente les resulta mortífero si en torno a su hormiguero hay tomillo. También en el Libro de la Naturaleza de las cosas se dice: si se fumiga el hormiguero con azufre y orégano silvestre se provoca la huida de las hormigas. También trata este tema el Fisiólogo: quienes quieren arrancar el oro de las hormigas de Etiopía toman yeguas junto con sus potros y las obligan a no comer durante tres días, al cabo de este tiempo atan los potros junto a un río que corre entre ellos y las hormigas. Y la yeguas arrastran a tierra el agua en las albardas que llevan sobre su espalda. Cuando ven más allá del río la verde hierba pacen a través de la pradera más allá del río. Las hormigas a su vez cuando ven el tesoro y las albardas llevan junto a ellas arena de oro, queriendo refugiarse allí. Al llegar la tarde, saciadas las yeguas y cargadas de oro al oír a sus potros relinchando por el hambre, regresan junto a ellos con mucho oro.

Hormiga león y hormiga-león
(Codex Animalium de Petrus Candidus Decembrus, c. 1460)

Ciertamente lo mencionado hasta aquí son remedios simples, pero si se combinan y se mezclan actúan con más fuerza y resultan mucho más eficaces. De ahí que si se impregna un paño con un licor hecho a base de mirra, orina, azufre y hiel de toro, si se ata el paño a un tronco de árbol, no treparán a él las hormigas; si se añaden cárabe machacado y pez, actuará mejor. De igual manera la eficacia aumenta si se añade asa fétida.

 

ANÓNIMO. EL BESTIARIO TOSCANO (siglo XIII).
Entre las varias versiones del Fisiólogo se encuentra ésta italiana, anónima y denominada Bestiario Toscano, del cual se hizo una traducción al catalán a finales del siglo XIV, única copia en esta lengua que lleva ilustraciones. La traducción española es de A. Serrano y J. Sanchis, 1986.

El Bestiario toscano (siglo XIII)

De la hormiga

La hormiga es un pequeño insecto del que los hombres pueden tomar verdadero ejemplo, puesto que ella se esfuerza por reunir alimento para que le sirva durante el invierno. Y cuando ella ha recogido el trigo, lo sabe guardar bien y conservarlo de esa forma, bajo tierra, de modo que no pueda germinar ni se pueda estropear. Y cuando ella rompe los granos de cereal, les quita la cáscara; y bien sabe que si así no lo hiciese, ella los perdería.

Hormigas sobre el hormiguero
(Bestiario del Museo Meermanno (c. 1450)

Esta hormiga nos enseña a ser muy ordenados y sabios, en esta vida, en todas las buenas obras; y no debemos ser negligentes en preparar nuestro cuerpo para que nuestra alma sea alimentada. Y el alimento del alma son las buenas palabras del Santo Evangelio y de los profetas, tal como dijo Jesucristo: “No tan sólo de pan vive el hombre, más de la palabra de Dios” (Mateo IV, 4. Lucas IV, 4.). Santos hombres debemos ser, de manera que su sabiduría sea verdadera; es decir: todo cuanto hará de bien el hombre en este mundo, sépalo administrar de tal manera que no pueda perderse o que dé fruto en vida y en gloria celestial. Pues dice Dios nuestro Señor: “Atesora en la tierra para que no puedas perder el cielo” (Mateo IV, 20).

Por lo tanto, si Dios hizo para utilidad del hombre a la hormiga, que es así de pequeña, debemos creer que el camello, que es un animal tan grande, mucho más nos da ejemplo del buen hacer.

(Texto facilitado por Xavier Roig).

 

JUAN MANUEL, INFANTE DON (1282-1348).
Escritor y político, sobrino de Alfonso X el Sabio. El conde Lucanor o Libro de los ejemplos está compuesto por 51 cuentos con intención didáctica, donde el autor utilizó fuentes árabes y clásicas. Se trata de una obra maestra del castellano medieval, la primera escrita en prosa narrativa. El texto sobre las hormigas parece inspirado, casi con seguridad, en la Historia Natural de Plinio.

El Conde Lucanor (1335)

Ejemplo XXIII
Lo que hacen las hormigas para mantenerse

Otra vez hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, de este modo:

-Patronio, como todos saben y gracias a Dios, soy bastante rico. Algunos me aconsejan que, como puedo hacerlo, me olvide de preocupaciones y me dedique a descansar y a disfrutar de la buena mesa y del buen vino, pues tengo con qué mantenerme y aun puedo dejar muy ricos a mis herederos. Por vuestro buen juicio os ruego que me aconsejéis lo que debo hacer en este caso.

-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, aunque el descanso y los placeres son buenos, para que hagáis en esto lo más provechoso, me gustaría mucho que supierais lo que hacen las hormigas para mantenerse.

Hormigas recolectando grano en espigas de trigo
(Bestiario de Philippe de Thaon, c. 1300)

El conde le pidió que se lo contara y Patronio le dijo:

-Señor Conde Lucanor, ya sabéis qué diminutas son las hormigas y, aunque por su tamaño no cabría pensarlas muy inteligentes, veréis cómo cada año, en tiempo de siega y trilla, salen ellas de sus hormigueros y van a las eras, donde se aprovisionan de grano, que guardan luego en sus hormigueros. Cuando llegan las primeras lluvias, las hormigas sacan el trigo fuera, diciendo las gentes que lo hacen para que el grano se seque, sin darse cuenta de que están en un error al decir eso, pues bien sabéis vos que, cuando las hormigas sacan el grano por primera vez del hormiguero, es porque llegan las lluvias y comienza el invierno. Si ellas tuviesen que poner a secar el grano cada vez que llueve, trabajo tendrían, además de que no podrían esperar que el sol lo secara, ya que en invierno queda oculto tras las nubes y no calienta nada.

»Sin embargo, el verdadero motivo de que pongan a secar el grano la primera vez que llueve es este: las hormigas almacenan en sus graneros cuanto pueden sólo una vez, y sólo les preocupa que estén bien repletos.

Cuando han metido el grano en sus almacenes, se juzgan a salvo, pues piensan vivir durante todo el invierno con esas provisiones. Pero al llegar la lluvia, como el grano se moja, empieza a germinar; las hormigas, viendo que, si crece dentro del hormiguero, el grano no les servirá de alimento sino que les causará graves daños e incluso la muerte, lo sacan fuera y comen el corazón de cada granito, que es de donde salen las hojas, dejando sólo la parte de fuera, que les servirá de alimento todo el año, pues por mucho que llueva ya no puede germinar ni taponar con sus raíces y tallos las salidas del hormiguero.

Hormigas sobre el hormiguero
(Bestiario de Philippe de Thaon, c. 1300)

»También veréis que, aunque tengan bastantes provisiones, siempre que hace buen tiempo salen al campo para recoger las pequeñas hierbecitas que encuentran, por si sus reservas no les permitieran pasar todo el invierno. Como veis, no quieren estar ociosas ni malgastar el tiempo de vida que Dios les concede, pues se pueden aprovechar de él.

»Vos, señor conde, si la hormiga, siendo tan pequeña, da tales muestras de inteligencia y tiene tal sentido de la previsión, debéis pensar que no existe motivo para que ninguna persona -y sobre todo las que tienen responsabilidades de gobierno y han de velar por sus grandes señoríos- quiera vivir siempre de lo que ganó, pues por muchos que sean los bienes no durarán demasiado tiempo si cada día los gasta y nunca los repone. Además, eso parece que se haga por falta de valor y de energía para seguir en la lucha. Por tanto, debo aconsejar que, si queréis descansar y llevar una vida tranquila, lo hagáis teniendo presente vuestra propia dignidad y honra, y velando para que nada necesario os falte, ya que, si deseáis ser generoso y tenéis mucho que dar, no os faltarán ocasiones en que gastar para mayor honra vuestra.

Al conde le agradó mucho este consejo que Patronio le dio, obró según él y le fue muy provechoso.

Y como a don Juan le gustó el cuento, lo mandó poner en este libro e hizo unos versos que dicen así:

No comas siempre de lo ganado,
pues en penuria no morirás honrado.

FIN

 

MANDAVILA, JUAN DE (s. XIV).
El Libro de las Maravillas del mundo fue uno de los libros de viajes más populares de la Edad Media, con numerosas ediciones y traducciones hasta el siglo XVI. Colón poseía un ejemplar anotado en su biblioteca personal. El texto que presentamos, en edición española de 1540, vuelve a narrar la leyenda de las hormigas extractoras de oro con la inclusión de un curioso dibujo.

Libro de las Maravillas del mundo (1356)

[…] Cerca d´esta isla contra la vía de oriente ay dos islas las quales se llaman la una Orisse y la otra Agite. En éstas ay mucho oro y plata; están estas islas allí donde la mar Bermeja se parte de la Occeana; en esta tierra no veen estrellas que lancen resplandor, sino sola una que es muy clara a la qual ellos llaman «Napes», y no veen allá de la luna sino un quarto.

[…]En la isla de Cabrotaum ay grandes montañas de mina de oro el qual las hormigas guardan, apuran y sacan lo que no es bueno; las hormigas son grandes, y no ay ninguno que se ose allegar a aquellas montañas por miedo de las hormigas si no es con gran ingenio, y es d´esta manera: quando haze gran calor las hormigas se ponen debaxo de tierra desde tercia hasta hora de nona, y entonces ellos toman camellos y dromedarios, rocines y otras bestias y los cargan y salen con el oro corriendo porque las hormigas no salgan fuera; y quando no haze calor las hormigas no duermen ni se ponen debaxo de tierra, y para esto tienen otro modo: que toman yeguas que tengan hijos chicos, y cárgalos con dos barriles pequeños abiertos por alto y cuelgan hasta cerca de la tierra, y assí lançan yeguas a pascer cerca de aquellas montañas y encierran sus hijos, y quando las hormigas veen los barriles corren a ellos muy reziamente porque ellas son de tal natura que no dexan cosa alguna alrededor, ni campo ni otra cosa, y también tienen tal natura que hinchen aquellos barriles de oro de manera que las yeguas quedan cargadas, y entonces los buenos de las yeguas lançan los hijos al campo donde por las yeguas sean vistos; entonces las yeguas vienen para sus hijos y assí las descargan y toman el oro. Aquellas hormigas no hazen mal a ninguna bestia, mas no quieren ver ningún hombre, y son medio león y de muy caliente natura. […].

 

ANÓNIMO. LIBRO DEL CONOSÇIMIENTO (c. 1385).
En este texto castellano, libro de viajes imaginario que tuvo gran difusión en la Edad Media, vuelve a aparecer la leyenda de las hormigas extractoras de oro, situándolas en regiones africanas. Incluimos la interesante nota a la edición que preparó el naturalista y erudito historiador de las Indias Marcos Jiménez de la Espada (1877), en la que expone una sensata interpretación de dicha leyenda.

Libro del conosçimiento de todos los reynos et tierras et señoríos que son por el mundo et de las señales et armas que han cada tierra et señorío por sy et de los reyes et señores que los proveen. (C. 1385; ed. y notas de M. Jiménez Espada, 1877)

[…] Cerca d´esta isla contra la vía de oriente ay dos islas las quales se llaman la una Orisse y la otra Agite. En éstas ay mucho oro y plata; están estas islas allí donde la mar Bermeja se parte de la Occeana; en esta tierra no veen estrellas que lancen resplandor, sino sola una que es muy clara a la qual ellos llaman «Napes», y no veen allá de la luna sino un quarto.

[…] Partí de Ganaht e fui a Crima, otra cibdat que es la Zahara, e dende a Mesça, una rica cibdat. E corre por ella un río que nasce de los montes Claros. E sabet que en este río fenesce el río de Guinoa, que es muy ancho e muy luengo, en que ay muchas tierras yermas e pobladas, de manera que á en luengo sesenta e cinco jornadas e en ancho cuarenta. E Guinoa quiere tanto dezir como siete montes muy poblados e tierra muy abondada, en cuanto duran los montes. Lo otro es toda Zahara desabitada. E los dos montes que dichos son llegan al Río del Oro de que ya conté de suso, e allí cogen los dientes de los marfiles que crían ribera del río, e cogen oro en los formigueros que fazen las formigas ribera del río. E las formigas son grandes como gatos e sacan mucha tierra. E con este reinado confina el reinado de Organa, en que ay otrosí muchas tierras desabitadas toda Zahara, e confina todo de la una parte con el Río del Oro que dizen Nillo. E fuera en la Zahara tres montes muy altos, e son poblados de muchas gentes. Al primero monte dizen mons Organ, do es la cabeça del reino e do coronan los reyes. Al otro dizen mons Tamar, porque ay en él muchas palmas. Al tercero dizen mons Timer, porque en él cogen mucho oro. Los pueblos que son ribera del río non los pude asumar porque son muchos. E el rey d’esta Organa ha por señales un pendón blanco con una palma verde e dos llaves d’esta manera […].

Leyenda de las hormigas extractoras de oro
(De Rebus in Oriente Mirabilibus, s. X)
Nota de Jiménez de la Espada:

P. 54, r. 4: oro en los formigueros. -Discutiendo, hace ya tiempo [Revista Europea, 2 mayo, 1875], con el Sr. Morel-Fatio acerca de la veracidad de nuestro franciscano, y con motivo de cierto pasaje del extracto de su libro hecho por los capellanes de Bethencourt, donde se lee: «Et selon que dit le liure du Frére quand ils furent lá oú ils trouuerent fermis sur le riuage du fleuue [de l´or], dont les fermis estoient moult grands, qui tiroient grauelle d’or de dessoubs la terre, etc.», manifesté que «entendía no ser imposible que en aquellas regiones [de África], como en las indicadas por Heródoto, Estrabon, Mela y Plinio, haya hormigas, ú otros animales mayores, tomados por tales, que saquen afuera de sus guaridas, al cavarlas en las playas ú otros depósitos auríferos, pepitas, granos ó pajuelas del codiciado metal, facilitando así el trabajo del hombre ó indicándole los sitios donde aquél más abunda. En la Historia geográfica é hidrográfica del reino de Chile, escrita por órden del Sr. Gobernador Amat y Juinent, en 1760, y dirigida con carácter de oficial al rey Cárlos III, se habla del curioso hallazgo de las minas de oro de Huillipatahua, hecho en 1751, de esta manera: «Este mineral se descubrió ha tiempo de nueve años por acaso; y fue en el llano, aunque no tiene agua corriente, pero á pocas varas da en agua de las vertientes de las lomas que le circuyen, razon por qué hay cangrejeras, que son bocas de cuevas de ciertos camarones, que no son de río, sino de aguas subterráneos. Estos cangrejos se alimentan chupando lo subtil del barro, y el que desjugan arrojan por la boca ó lumbrera de la cueva, de cuya continuacion se levanta una torre cilíndrica de barro lavado, en cada boca de las muchas que hay.

El modo de cazar estos camarones es dejarles caer pendiente una carnada, y luego que la muerden suspenderlos. Sucedió, pues, que estando en este ejercicio persona advertida, conoció que lo que brillaba en el barro era oro, y poniendo mayor cuidado se comprendió que en todo el valle pintaba este metal.» El Sr. Morel-Fatio, al replicarme, tomó mis palabras y esta cita como una defensa de las hormigas de Heródoto y del fraile -y probablemente tambien de las de Juan de Mandeville-. Puede que me haya explicado mal, pero me parece que el sentido más recto de aquéllas no era sino este otro: que el trabajo natural de ciertos animales reales y efectivos, hormigas ó lo que fueren, podia facilitar la busca y hallazgo de los depósitos de oro y su beneficio. ¿Y para qué habia yo de defender los fabulosos instintos y hechos de las hormigas del célebre escritor griego y de los demás que le han creído y copiado, si el franciscano no alude á aquéllos en lo más mínimo? Su texto, no el de los capellanes de Bethencourt, es como sigue: «y cojen [los mercadores] oro en los formigueros que fazen las formigas Ribera del Rio y las formigas son grandes como gatos y sacan mucha tierra.» ¿Qué hay aquí de extraordinario, fuera del tamaño de las hormigas?

Sabida cosa es que el oro de aluvion ó corrido, como decían nuestros antiguos mineros americanos, se halla tanto más abundante y grueso, cuanto más se ahonda en el terreno donde yace; los atrevidos traficantes y marinos de la costa occidental de África iban á su negocio con gran riesgo, y, por ende, á la ligera; si ellos sabian que en determinados parajes se encontraban amontonadas por obra de cualquier animal á flor de tierra cantidades de la más profunda y más rica del depósito, claro está que allí acudirían de preferencia a buscar el metal, con ahorro de tiempo, de hambres y de conflictos con los naturales.

 

TURMEDA, FRAY ANSELMO DE (1352-c. 1432).
Turmeda fue franciscano hasta los 35 años, en que se hizo musulmán y pasó a llamarse Abdallah al-Tarÿumán. Respetado en el Islam, murió en Túnez con fama de santidad, mereciendo en Europa la consideración y el respeto de Alfonso V y Benedicto XIII. Escribió varias obras en catalán y en árabe, de gran acogida. La Disputa del Asno, inspirada en una enciclopedia árabe del siglo X, fue traducida al español en 1932. El relato es interesante por cuanto introduce, junto al tratamiento de las semillas por parte de las hormigas recolectoras, la comunicación mediante reclutamiento.

Disputa del Asno (1417)

[…] Un pequeño y sutil animal es la sabia y discreta hormiga; viendo su sabiduría y su experiencia dijo Salomón, uno de los hijos de Adán que ha sido el más sabio y discreto de entre vosotros, en su libro llamado Los Proverbios (capítulo VI): «¡Oh, perezosos! Ved la hormiga y aprended de ella sentido y discreción; observad la prisa que se da en el estío para recoger su alimento y poder reposar en el invierno y darse placer y gozo». Ahora mirad, fray Anselmo, y por vos mismo contemplad cómo sabia y discretamente construyen sus casas y habitaciones bajo tierra de diversas guisas y maneras unas largas, otras anchas; unas para habitar y permanecer en ellas; otras como cuevas y almacenes para guardar las viandas del invierno; las llenan de trigo, cebada, lentejas, habas, guisantes y otras vituallas. Y si sus víveres, por la humedad del local o la lluvia se estropean, cuando ven que hace un bello día de sol los sacan fuera para enjugarlos y secarlos, y cuando están secos los restituyen a las cuevas y almacenes. Y todavía, por el temor a que sus víveres germinen a causa del calor y la humedad, que son las dos causas de la generación, en el verano parten el grano de trigo en dos pedazos, y al de cebada, habas y lentejas le quitan la piel,

Hormigas sobre el hormiguero (Bestiario de Harley, c. 1230-1240)

porque saben que de esta manera ya no pueden germinar. Durante el estío se levantan muy de mañana y salen de su habitación para buscar víveres; y lo que cada una encuentra para comer, por mucha hambre que tenga, por nada del mundo se lo comería, sino que lo lleva lealmente a la casa para comerlo en común, sin sombra de propiedad. Y si alguna de las hormigas encuentra una gran cantidad de víveres, se vuelve muy sabiamente a sus compañeras, llevando un grano de lo que ha encontrado para mostrárselo, y entonces todas juntas o la mayor parte van al sitio descubierto y traen los víveres a su casa-habitación. Y si alguna de ellas encuentra víveres de gran tamaño, como un panal de miel o cosa semejante, al ver que por sí sola no puede arrastrar tanta carga, se vuelve a la casa y lo comunica a las otras; entonces, todas juntas o las que allí se encuentran van con ella al lugar de la vitualla, y si juntas pueden lo arrastran entero, y si no lo parten en pedazos y cada una lleva el suyo. Y cuando han llegado a la casa, las otras la preguntan el lugar de la vitualla descubierta., les dan las señas del camino y marchan una a una; y cuando encuentran a las que vienen, se paran y las besan (como vuestras mujeres catalanas cuando regresan de los perdones y encuentran alguna conocida), y vuelven a preguntarles hasta llegar al sitio de la vitualla y llevan a la casa su parte, como las demás compañeras.

Buch der Natur
(Konrad von Megenberg, c. 1350-1482)

Gobiérnanse, sin embargo, bajo la obediencia de su rey, y la que obra mal es castigada; según el crimen es grande o pequeño, le cortan una mano, un pie o la cabeza, y los cuerpos de las que por justa sentencia han sido condenadas a muerte, los colocan en el camino de sus habitaciones para dar ejemplo a las demás. Y los cuerpos de las que mueren por enfermedad, los entierran en una sepultura. Y cuando alguna, en caso de desventura, resulta herida por algún hijo de Adán u otro animal y ha perdido algún miembro, por lo que no puede volver a la casa, en seguida van todas por mandato del rey y la traen o la atienden hasta que queda curada o muerta. ¿No os parece, pues, fray Anselmo, que en nosotros hay tanta sabiduría y tanto sentido como en vosotros? Ciertamente que sí, y aun más. Y eso nadie que tenga uso de razón podrá contradecirlo […].

 

PEISSEL, MICHEL (1937-).
Desvelando la leyenda de las hormigas extractoras de oro.

Desde Heródoto, la leyenda de las hormigas extractoras de oro ha resistido siglos, citándose ininterrumpidamente durante la antigüedad y a lo largo de la Edad Media. No fue hasta los años ochenta del siglo XX que el antropólogo y explorador francés Michel Peissel comenzó a desvelar el enigma de aquella antiquísima historia. He aquí el apasionante relato de su descubrimiento en las montañas del Tibet.

El oro de las hormigas (1982)

Las hormigas buscadoras de oro

[…] Aquella tarde interrogué a Sonam y a Tashi acerca de los relatos sobre las hormigas buscadoras de oro. Me dijeron que ellos no conocían ninguno, pero añadieron:

-Nuestros padres nos hablaban de las arenas auríferas que hay en las madrigueras de las marmotas.

-¿Qué? -exclamé asombrado.

-Sí. Los ancianos decían que acostumbraban ir a la llanura de Dansar para recoger arenas con oro en las madrigueras de las marmotas, phia ser nakeliung (marmotas extractoras de oro). Verás -me explicó Sonam-: las marmotas sacan arena de debajo de la tierra y en esa arena hay oro.

Apenas podía creer lo que estaba oyendo, e hice que Sonam repitiera su explicación. Luego pregunté a Tashi, y éste me la ratificó, añadiendo, sin embargo, que actualmente no se hacía así, aunque en tiempos pasados era práctica común en Dartzig.

¡Por fin, debido a la mera casualidad y de forma inesperada, se veía confirmada la famosa leyenda de Heródoto!

-¿Y dónde está la llanura de Dansar? -pregunté muy conmovido.

-Entre Ganosh y Morol. Es una altiplanicie reseca y árida, parecida a un desierto, y está llena de marmotas.

Las palabras de Heródoto acudieron entonces a mi mente:

«Hay otros indios más al norte, alrededor de la ciudad, una ciudad llamada Kaspatyros, y en la tierra de Pactyica, y esos indios, en su modo de vivir, se parecen a los bactrianos. Éstas son las tribus indias más belicosas y las que van a buscar oro, pues en esa región hay un desierto de arena. En tal desierto mora una especie de hormiga de gran tamaño, mayor que un zorro, pero no tan grande como un perro. Algunos especímenes capturados allí se conservan en el palacio de los reyes persas. Esas criaturas, que tienen sus madrigueras bajo el suelo, extraen arena y la amontonan, al igual que nuestras hormigas hacen con tierra, y se parecen mucho a éstas en su forma. Las arenas poseen un rico contenido en oro, y eso es lo que buscan los indios cuando efectúan sus expediciones al desierto. De acuerdo con los persas, la mayor parte del oro se obtiene de la manera que he descrito. Cierta cantidad, no mucha, procede de las minas que se hallan en su propio territorio.»

Hormigas extractoras de oro (Salterio Queen Mary, c. 1310-1320)

Estaba loco de alegría y casi no podía creer lo que acababa de oír. Era la confirmación oral de que el oro se recogía de la arena extraída por esas «hormigas gigantes», como Heródoto había llamado a las marmotas a falta de palabra más apropiada. Todo coincidía con el relato del griego: el desierto, el tamaño de las «hormigas», su piel, mencionada por Nearcos, y las gentes que los cachemirianos todavía llaman darades, auténticos antepasados de los minaros.

Corrí a contarle a Missy la sorprendente noticia. En seguida nos pusimos a observar los mapas. A unos treinta y cinco kilómetros de Dartzig se encontraba, en efecto, el valle de Ganosh y la pequeña ciudad de Morol, en la margen del Indo, justo donde se juntan el Suru y el Shingo para unirse al gran río. Entre los dos y de acuerdo con los perfiles del mapa existía una gran llanura. Allí, exactamente allí según confirmaron mis amigos minaros, estaba el thang de Dansar. Era aquélla la localización más precisa de la región de las hormigas buscadoras de oro, o sea las marmotas. «Esas criaturas, que tienen sus madrigueras bajo el suelo, extraen arena y la amontonan, al igual que nuestras hormigas hacen con tierra.» ¡Heródoto tenía razón! No era el embustero en el que no creían los científicos modernos y su relato estaba lejos de ser exagerado. Había contado la verdad una vez más y lo había hecho con todo detalle, puesto que también aseguraba:

«El oro se encuentra aquí en gran cantidad, bien en las minas, arrastrado por los ríos o robado a las hormigas.»

Efectivamente, yo sabía que las aguas del Zanskar y del Suru arrastraban arenas auríferas, y también que se extraía oro de las minas situadas en las orillas del Inda, así como, según acababa de descubrir, de las madrigueras de las marmotas en la llanura de Dansar.

¿Por qué, entonces, nadie había encontrado nunca esta tierra? ¿Por qué los conquistadores, los aventureros, los científicos no habían descubierto las hormigas y su oro? ¿Por qué habían fallado todos en identificar esa llanura? ¿Por qué habían permitido que el relato fuese creciendo y creciendo, hasta convertirse en una de las más fabulosas leyendas de la antigüedad y de tiempos posteriores? ¿Por qué Hermann, el erudito alemán, o el reverendo Francke, que había pasado tantos años en el Ladak, no supieron encontrar su origen?

La respuesta era sencilla. Estaba escrita en mi mapa y en los rostros de mis compañeros minaros, y explicada además por las altas cumbres que nos rodeaban. La tierra de las hormigas buscadoras de oro, la llanura de Dansar y toda aquella zona, era, y sigue siendo, una de las más inaccesibles -de nuestro planeta. Por eso es ahí donde han sobrevivido, inconquistables, los minaros y por lo que ni siquiera el audaz Francke, al parecer, estuvo nunca en las aldeas al sur de Dartzig y tampoco en ese lugar donde durante milenios se ha guardado el secreto sobre el origen de las hormigas buscadoras de oro.

Hormigas extractoras de oro (Salterio Queen Mary, c. 1310-1320)

No se debe a una casualidad el que los minaros hayan sobrevivido en toda su pureza como «los últimos arios» del Tíbet, que así los llama Shaw. Tampoco lo es que, como advertí en el mapa, la línea de alto el fuego corra a lo largo de la llanura de Dansar, dado que era, y todavía es, imposible para un ejército invasor penetrar en ese santuario. Si las tropas indias y paquistaníes se han detenido a cada lado de dicha llanura es porque nadie puede hacer una guerra en la ratonera natural que forman los valles de los minaros, valles como los de Ganosh y Dartzig, y los de Dab, Hanu y Garkund, con laderas que caen casi verticalmente desde montañas de 5.000 metros de altura hasta los abismos de las gargantas del Indo. Entrar en estos valles de poca extensión y con accesos escarpados sería, militarmente, un suicidio. Son lugares en los que sólo pueden sobrevivir los minaros, cautivos de su propio entorno, nunca turbados por las tropas invasoras de los reyes del Tíbet ni por los guerreros musulmanes que han peleado durante cientos de años en zonas cercanas. Tampoco los viajeros han pasado por allí, pues la ruta comercial, que en las demás regiones sigue el trazado del Indo, tiene que apartarse en ésta para salvar sus profundas gargantas. Verdaderamente, no es una casualidad el que la llanura de las marmotas buscadoras de oro haya escapado a su descubrimiento durante tantos siglos. Otra buena razón para ello es que la llanura de Dansar, como la tierra minara, ha estado siempre más allá de los límites extremos de todos los imperios del viejo mundo. El Himalaya se halla allende el universo conocido por los griegos y conquistado por Alejandro. Esta teoría también puede aplicarse al gran imperio indio, cuyos sucesivos gobernantes, si bien alcanzaron Cachemira, rara vez o nunca se aventuraron hacia el norte, hacia el Himalaya, cuya altura y condiciones climatológicas resultaban excesivamente duras para hombres acostumbrados a vivir en calurosas llanuras. El territorio minaro, y esto también hay que tenerlo en cuenta, está fuera de los límites más lejanos de la expansión china hacia Occidente. Y si bien los emperadores del Celeste Imperio conquistaron y gobernaron en el siglo VIII las regiones septentrionales del Karakorum, sitiando brevemente a Gilgit, nunca remontaron el Indo hasta la plaza fuerte natural de los minaros. Por otra parte, aunque los tibetanos llegaron en ese mismo siglo a Gilgit y a Skardo, pasaron de largo por los escondidos valles situados a ambos lados del Indo, donde los agresivos minaros permanecían atrincherados.

También sucedió así con los conquistadores musulmanes, que no entraron nunca en dichos valles, ya que éstos se hallaban más allá de los límites de su vasta esfera de influencia. En tiempos más recientes, los británicos, aunque su imperio incluía el Ladak entero, tenían un único representante en todo el país, su residente en Leh. Uno de esos residentes, llamado Shaw, demostró cierto interés por los minaros, pero no llegó a ir a la llanura de Dansar ni a encontrar el oro de las hormigas.

El único imperio que en realidad gobernó esta zona fue el gran imperio persa de Darío, en el siglo v antes de Jesucristo. En aquellos tiempos, Darío extendió sus vastos dominios hasta la India y el Himalaya occidental. Así fue como llegó a conocerse la existencia de las hormigas buscadoras de oro. Heródoto relata cómo, en el momento de su apogeo, el imperio persa estaba dividido en veinte satrapías o provincias. Una de éstas, la séptima, censada por Heródoto, comprendía Bactria (el norte del Afganistán y partes del Turquestán ruso) e incluía los dominios de los gándaros, satagidios, aparitas y los misteriosos dardos o dardicaes. Esta provincia del imperio persa debía pagar 170 talentos de oro como tributo al rey persa. De este modo supo Darío la extraña manera que tenían los dardos de hacerse con el oro. En consecuencia ordenó capturar uno de esos singulares animales buscadores del precioso metal y llevarlo a la corte. Oyendo los relatos de los soldados o los mercaderes, Heródoto tuvo conocimiento del hecho, es decir, de la sorprendente manera en que el animal extraía de la tierra arenas auríferas. Ese oro se llamó « bactriano» porque llegaba a los persas desde la satrapía de Bactria.

Lo que más tarde confundiría a los que quisieron buscar ese oro fue la forma en que Heródoto explicó el caso. En su relato existen dos aspectos que inducen a error. En primer lugar, el haber empleado la palabra hormiga para describir lo que, con toda evidencia, era una marmota. En segundo, el asegurar que aquellas «hormigas» eran peligrosas. Pero debemos alegar en favor suyo que usó el término con precaución y sólo a falta de una analogía más exacta, diciendo que las «criaturas» extraían el oro transportando arena, como las hormigas extraen y transportan tierra. Heródoto no aseguró nunca que fueran hormigas las que buscaban el oro, sino que eran «una especie de hormigas», y sigue describiendo a la «criatura» como muy parecida a ese insecto. Escritores posteriores dejaron de lado esta prudente analogía y sólo se refirieron a la palabra «hormiga», que probablemente hizo impacto en la fantasía de todos ellos, oscureciendo la descripción muy precisa que realizó Heródoto en cuanto al tamaño de las «hormigas», y más tarde olvidaron también la mención de su «piel» hecha por Megástenes. A partir de ahí, todos parecen convencidos de que esas «criaturas», como las llama el historiador griego, fueron realmente hormigas.

Resulta un tanto sorprendente que estudiosos más modernos, como Herrmann, Laufer y Francke, por nombrar sólo a unos pocos, hayan seguido refiriéndose a las hormigas en vez de intentar identificar a las «criaturas» en cuestión. Existen, sin embargo, algunas excepciones; por ejemplo, la de C. Ritter, que en 1833 fue la primera persona en sugerir lo de las marmotas, aunque ignorando todas las indicaciones geográficas que localizaban en la tierra de los dardos a las hormigas del oro. Ritter pensó que la tierra de las marmotas extractoras de oro podía hallarse en las fuentes del río Sutlej, cerca de la cima del sagrado Kailash, basándose en el informe de Moorcroft, donde dice que lo mismo las marmotas que el oro deberían encontrarse en esa zona, si bien ni el mencionado científico ni ningún otro las relacionó entre sí.

Herrmann, por otro lado, en un estudio escrito el año 1938, identificó correctamente el país al que se refiere Heródoto como la tierra de los dardos, situada a poca distancia de Cachemira, aunque en esa época la verdadera patria de los dardos no había sido establecida con precisión, como hemos visto. Pero Herrmann, al igual que otros, descartó a las marmotas, prefiriendo creer en las hormigas. Probablemente le impresionó mucho la ferocidad de las «hormigas» señalada por Heródoto. Hay que tener en cuenta que a las marmotas se las considera, en general, inofensivas. Indujo a error el que lo mismo Heródoto que Megástenes relataran lo peligrosas y agresivas que eran esas «hormigas», lo que obligaba a los buscadores de oro a apoderarse del metal con la mayor rapidez posible.

Ahora se me aparece con toda evidencia que tales relatos acerca de la peligrosidad de las hormigas no fueron más que el complemento normal que acompaña a toda narración referente a tesoros escondidos y riquezas. Se ha dicho siempre que esos tesoros están celosamente guardados por gigantes, grifos, dragones, etcétera. Ésta parece ser la natural y necesaria explicación que emplean los narradores para justificar que no puedan robarse, ni siquiera localizarse. Es posible también que se hayan magnificado intencionadamente los datos que a ellos se refieren, con el fin de impedir que los aventureros de toda laya los busquen.

Los científicos modernos que han estudiado el relato referente a las hormigas no han tenido ninguna dificultad en encontrar en todos los países del mundo cuentos y fábulas relacionados con dicho insecto, que, dicho sea de paso, siempre ha fascinado al hombre por la sorprendente actividad que despliegan en sus pequeñas comunidades. No es de extrañar que existan tantas narraciones que a ellas se refieren. Pero en ninguna se las asocia con el oro de los dardos. Tampoco es de extrañar que muchas de’ esas narraciones mencionen el oro, tesoros y riquezas, así como princesas, reyes y malvados ministros. Tal fue el cuento recogido por Francke acerca de las hormigas y su rey, que explican por qué aquéllas tienen la cintura tan estrecha y cómo la princesa se casó y fue feliz gracias al oro que los insectos sacaron del lago.

Aunque las marmotas no son agresivas, cierto es que ante la’ proximidad del hombre se yerguen sobre sus patas traseras y dejan escapar un amenazador chillido de alarma. Pero la causa de los peligros descritos por Heródoto no procedía de esos animales, sino, mucho más verosímilmente, de los antiguos habitantes de la llanura de Dansar, que, como es natural, defendían la posesión de su oro. Quienquiera que acudiese en busca de ese oro debía luchar con los pobladores de la región, que, como se deducía de los dibujos grabados en las piedras, fueron excelentes tiradores, entrenados en la caza del íbice (que es la más veloz de todas las cabras monteses), que tenían a su servicio feroces perros de caza y empleaban flechas impregnadas de mortal aconita, «el veneno más violento que existe».

No cabía duda de que en lo que Sonam y Tashi me habían contado se hallaba la raíz del mito de las hormigas buscadoras de oro. La evidencia demostraba que aquella región estaba poblada por gentes a las que los cachemirianos llamaban darades, el mismo nombre aplicado por Megástenes, que obtuvo esa información, no lo olvidemos, mientras estaba en la India, y sin duda le fue confiada por cachemirianos. En ninguna otra parte de las zonas auríferas del Himalaya occidental se han encontrado datos locales que se refieran a animales o insectos extractores del oro existente en las arenas. Por ello creo, sin ninguna clase de duda, que el famoso relato debió extenderse a partir de la llanura de Dansar, en el corazón de la zona minara.

A través de los siglos, el aislamiento geográfico y político de esa tierra alejó a los intrusos. Todavía hoy resulta prácticamente inaccesible. Que yo sepa, la llanura de Dansar se encuentra en tierra de nadie a lo largo de la línea de alto el fuego indopaquistaní, aunque más hacia el lado paquistaní de dicha línea, que varía significativamente de uno a otro mapa.

Al estudiar las causas por las cuales la identidad de la llanura de Dansar y sus marmotas buscadoras de oro han escapado durante tanto tiempo al conocimiento general, creo que también debemos tener en cuenta el problema que representa el lenguaje. El minaro, tal como lo habla la población local, es probablemente una de las lenguas más ininteligibles y desconocidas, así como de las menos habladas en toda Asia. Nosotros fuimos los primeros en recoger palabras y formar un extenso vocabulario de esta extraña forma del shino, conocido solamente por el primer léxico, muy corto, establecido por Shaw hace unos cien años. En cuanto al tibetano, la única segunda lengua que entienden los minaros, la conocen sólo contadísimos extranjeros. A mí, que hablo corrientemente el tibetano, me ha costado pasar tres años en esa tierra para sonsacar finalmente a mis amigos el bien guardado secreto de las marmotas de Dansar.

Resulta, pues, más allá de toda duda medianamente razonable que las «hormigas» fueron marmotas, la marmota asiática llamada «marmota bobak», que vive únicamente en las altas y desoladas llanuras o valles situados por encima de los 4.000 metros, altura que corresponde exactamente a la que tiene la thang (1) de Dansar. Como animales que pasan el invierno soterrados, las marmotas excavan amplias y complicadas madrigueras, en las cuales almacenan grandes cantidades de hierba, extrayendo mucha tierra y formando voluminosos montones a la entrada de esas madrigueras.

En mis viajes he tenido oportunidad de ver algunos de esos montones, que medían más de un metro de alto y cubrían áreas de diez metros cuadrados. Esta tierra o arena, si contenía oro, produciría, después de cribada, el metal suficiente como para que mereciera la pena apoderarse de ella, y eso fue lo que hicieron, los hombres de Dartzig. Como las marmotas tienen el pelaje marrón oscuro, con toques rojizos y marrón claro, no es necesaria mucha imaginación para contar que la piel de la marmota es como la de la pantera, la de variedad manchada, no listada. Las marmotas, por supuesto, son más grandes que las zorras y también más pequeñas que muchos perros.

La emoción que me causó este descubrimiento me hizo olvidar momentáneamente la inquietud que despertaba en mí el arriesgado proyecto que pensaba realizar. Aquella misma noche crucé con Sonam el riachuelo y me acerqué a una casa cercana, donde tres viejas brujas destilaban un excelente chang, la cerveza de cebada. Era ya muy tarde y hacía un frío intenso cuando Sonam y yo, ligeramente borrachos, nos dirigimos, dando algún traspiés en la oscuridad, hacia nuestro somero abrigo. Sonam resbaló en mitad del arroyo, y cuando llegamos al campamento hubo de reavivar el fuego para secar sus empapadas ropas antes de irse a dormir.

(1) La palabra tibetana thang, que significa llanura, se aplica a cualquier espacio llano aunque sea de tamaño pequeño. Si Heródoto menciona un desierto, lo cual induce a error, es sin duda debido a las características arenosas del lugar, mientras que la mención de Megástenes refiriéndose a una llanura en una montaña es correcta.

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